Banquero a todo trapo

mercedes mora REDACCIÓN / LA VOZ

ECONOMÍA

DANI POZO | afp

Entre 1996 y el 2010, Miguel Blesa hizo y deshizo en Caja Madrid a su antojo. «Aquello era un cortijo y, él, el señorito»

24 feb 2017 . Actualizado a las 08:12 h.

Miguel Blesa (Linares, Jaén, 1947) llegó a Caja Madrid en 1996. Lo hizo por un mérito propio: el de haber sido compañero de oposición de Aznar. Y allí se mantuvo hasta enero del 2010. Hasta que su cabeza rodó, víctima de una feroz batalla interna en el PP por el mando de la entidad, que acabó con Rato sentado en el que durante 13 años había sido su sillón. Mal número, debió pensar el jiennense.

Durante todo ese tiempo, Blesa hizo y deshizo en Caja Madrid a su antojo. «Era el puto amo. Aquello era un cortijo y, él, el señorito», resume uno de los colaboradores de la época con muchos años de trabajo junto al de Linares a la espalda. «Se paseaba por la casa como si fuera Dios. Y cuando se dio cuenta de que la bicoca tenía los días contados, se vino abajo. Se le fue la cabeza», recuerda. Una vez fuera, Blesa se dedicó a lo que mejor sabe hacer: vivir a todo trapo. Lo que no sabíamos es que, durante el tiempo que estuvo en la entidad, aquellos caprichos los pagaba con una visa de la que nada sabían en Hacienda (solo él, inspector en excedencia, y un puñado de compinches) y cuyos gastos corrían a cargo de la firma que presidía.

Siempre fue hombre de gustos caros. Era conocida en los mentideros financieros de la época su devoción por el buen vino y los safaris. No hay más que ver los 10.000 euros que se gastó un día cualquiera en una tienda de vinos y cavas de Madrid o los 9.000 que pagó por un viaje a África en el 2008. Cobraba casi cuatro millones de euros. Pero los antojos se los sufragaba la caja.

Antes de que todo esos excesos vieran la luz, dejando atónita a la ciudadanía, todavía tuvo la desfachatez de comparecer en el Congreso para dejar claro que su gestión fue todo un primor. Caja Madrid «era una de las entidades más eficientes» del sector, soltó ante las señorías de la Comisión de Economía. Eso y que el BMW blindado de medio millón de euros, cortesía también de la entidad, con el que se movía por Madrid «no era lo más cómodo del mundo». Sin sonrojo alguno en el semblante.

Ni siquiera su paso por prisión en mayo del 2013, por orden del controvertido juez Elpidio José Silva, le bajó los humos al jiennense. No le dio tiempo. Fueron solo unos días entre rejas. Y divididos en dos tandas.

Quizá ahora, con la condena de 6 años blandiendo sobre su cabeza, se le haya ido de golpe, y para rato, ese gracejo andaluz del que hacía gala en las reuniones del consejo y con sus colaboradores más cercanos. Puede que coincidan otra vez compartan de nuevo risas. Pero esta vez, en la cárcel.