Como el Ave Fénix

Ignacio González TRIBUNA

ECONOMÍA

23 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Aún recuerdo como si fuera ayer aquella mañana de domingo del 16 de noviembre del 2014. A eso de las 7 menos cuarto de la mañana mi móvil me despertó y, al otro lado, la voz del director industrial de Campofrío: «Está ardiendo la fábrica de La Bureba». A la media hora ya sabíamos que el fuego era devastador, y que la fábrica donde producíamos la mitad de las ventas de la empresa en España era pasto de las llamas sin solución. 80.000 toneladas desaparecieron en un incendio que tardó una semana en ser apagado.

Nuestra primera prioridad fueron las personas. Afortunadamente no hubo que lamentar heridos, pero 900 trabajadores ya no tenían donde ir a trabajar el lunes. Al llegar a Burgos, sus caras reflejaban la enorme tristeza e incertidumbre del momento. Gracias a que la decisión de reconstruir la planta se tomó en las primeras 24 horas, y a la transparencia con la que actuamos con el comité de empresa, al mes ya teníamos firmado un acuerdo que les dejaba en un expediente de regulación temporal de empleo, compensado con ayudas y con obligación de readmisión a los dos años.

En paralelo a solucionar la situación de nuestra gente, debíamos recuperar la producción. En plantas nuestras o de la competencia, poco importaba. Lo esencial era no dejar vacías las estanterías de las tiendas. Y nuestros competidores y clientes estuvieron, en general, a la altura de las circunstancias, prestándonos la ayuda necesaria. En marzo, la compañía ya había recuperado el nivel de ventas anterior al incendio. La marca aprovechó esta desgracia para reforzar aún más su cercanía al consumidor y su tono amable. «Que nada ni nadie nos quite nuestra manera de disfrutar de la vida», era ahora más cierto que nunca. Nos había tocado sufrir la desgracia en primera persona y había que recuperarse con optimismo.

En un mes, el próximo 16 de noviembre, la nueva fábrica de Campofrío abrirá sus puertas, justo dos años después del incendio. La marca y los equipos están más fuertes que nunca, porque estos acontecimientos son pegamento de contacto que los une para siempre.

Hace 6 meses reviví todo esto desde mi ventana de Pescanova, en Chapela, al ver arder la planta de nuestros vecinos de ría, Fandicosta. Tuve la suerte de mantener con Ángel Martínez una larga y emotiva comida donde compartimos vivencias y en quien me vi retratado, porque, paso a paso, estaban repitiendo nuestra experiencia. 

Lo que no necesité decirle a Ángel es algo que vi en sus ojos en los aperitivos: el ingrediente más importante para salir reforzado de este bache es el liderazgo. Él es el líder que, con la planta humeante, se comprometió a reconstruir la instalación y, como el Ave Fénix, resurgir de las cenizas. Con esa visión, los trabajadores pueden estar tranquilos. Fandicosta volverá y nosotros, sus competidores, nos alegraremos.