Ese candado salvó su vida

ECONOMÍA

Una cementera de la provincia de Lugo que el grupo Votorantim compró a Cementos Cimpor tiene una especial fijación por la seguridad y el objetivo de no tener un accidente en todo un año podría cumplirse en breve

26 jun 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay una empresa en la provincia de Lugo que está a la espera de que le den luz verde para empezar a operar con fuerza y ritmo -ya se sabe que las cosas de palacio van despacio y las de la Administración también-. Se trata de una cementera que el grupo brasileiro Votorantim había comprado a Cementos Cimpor. El holding en cuestión tiene una especial fijación por las normas de seguridad que deben cumplir sus trabajadores -no se le puede pedir menos en un país desarrollado-, y no le falta razón. En una instalación industrial que el grupo tiene en León, a escasos kilómetros de Galicia, cuenta con un horno gigantesco donde en la zona de la llama se alcanzan los 2.000 grados centígrados y en las adyacentes, donde se elabora el clínker, los 1.450. Con estas temperaturas -las que se necesitan para que el proceso funcione-, se deduce fácilmente que el cuerpo de un hombre se desintegraría en menos de dos segundos. 

Diez minutos

Una charla que hay que oír, sí o sí. Todos los días del año, durante diez minutos, un jefe de Votorantim le da una charla a cada uno de los miembros de su plantilla sobre seguridad en el trabajo. Se aburran o no. Además de las herramientas habituales, como cascos, guantes, gafas y botas, la instalación dispone de la última tecnología para detectar cualquier fuga. Por ejemplo, un escáner mide desde el aire el grosor de la chapa del horno. La detección de cualquier dilatación se convertirá en una voz de alarma. Pero lo que la empresa también reparte a cada uno de sus empleados es un candado con su nombre (lo hace desde el 2012, porque hasta esa fecha había uno por cada grupo de trabajo), y esta herramienta en cuestión, rudimentaria y antigua, sigue salvando vidas. 

Bloqueo de energía

Cada uno, su candado. El candado es un método de seguridad tan fiable que suelen aplicarlo, en su práctica totalidad, las grandes industrias del mundo desarrollado. Cuando una cuadrilla de operarios tienen que ir a reparar una máquina, deben bloquear la energía. Colocan tantos candados como trabajadores participen en la tarea. Una vez que la energía está bloqueada y los pasadores cerrados, entran en la instalación y solucionan la avería. Al salir, cada uno de los operarios coge su candado. Y ninguno de ellos retirará el que no sea el suyo propio. Cuando ya no queda ninguno ensamblado, la máquina vuelve a ponerse en marcha. Bastará con apretar un botón o bajar una palanca con la garantía de que ningún hombre se quedó dentro, quizá atrapado, quizá por un despiste. 

Momento psicológico

Cerrar y liberar. ¿Conocen ustedes un proceso tan manual pero tan trascendente para garantizar que nadie acabe fulminado en una trituradora industrial? Pero, además, la colocación de este común candado tiene ciertos elementos psicológicos: cada persona ha de ser consciente de que cada candado cierra y libera algo. Se participa en la parada de una máquina y en la puesta en servicio de la misma. 

Cada secuencia del desbloqueo es exactamente a la inversa que la del bloqueo. La compañía advierte a sus trabajadores una y otra vez: ¡No dejes que nadie retire tu candado por ti! En contra de lo que suele pasar en las grandes organizaciones, todos le hacen caso. De lo contrario, es fácil que se enfrenten a una amonestación o incluso a un despido. Sin embargo, no son necesarias este tipo de amenazas. Parece que en toda la plantilla se impone el sentido común. El objetivo de no tener en todo un año un accidente, podría cumplirse en breve.