Bernanke se lamenta de que no haya más ejecutivos en la cárcel por la crisis

Victoria Toro NUEVA YORK / CORRESPONSAL

ECONOMÍA

ADAM HUNGER | REUTERS

El anterior presidente de la Reserva Federal estadounidense publica sus memorias, donde analiza la crisis del 2008

06 oct 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

«Estábamos contemplando el abismo». Así recuerda Ben Bernanke, anterior presidente de la Reserva Federal estadounidense, el fin de semana en el que se intentó inútilmente salvar a Lehman Brothers de la quiebra. En sus memorias, que se publicaron ayer, Bernanke analiza la crisis del 2008 y admite sin tapujos que muchos más ejecutivos deberían haber ido a la cárcel.

«Todo lo que salió mal o se hizo de forma ilegal fue hecho por individuos y no por una empresa abstracta», remarca, para recordar cómo «herví por dentro cuando entendí lo que los ejecutivos de AIG [la aseguradora a la que el Gobierno estadounidense tuvo que rescatar con 185.000 millones de dólares] habían hecho». Pero descarga responsabilidad subrayando que «la Fed no es la encargada de aplicar la ley».

El valor de actuar. Memoria de la crisis y sus consecuencias es el título de esas 600 páginas en las que Bernanke da su versión de cómo se gestó la crisis. Y lo hace después de repasar todos los emails que envió entonces, una media de 150 al día, que firmaba con nombre falso (Edward Quince era el seudónimo) para evitar filtraciones que hubiesen podido ser catastróficas. El anterior presidente de la Fed hace una encendida defensa de su actuación y se queja de que su esfuerzo no haya sido entendido por los norteamericanos: «Estábamos tan concentrados en tratar de estabilizar el sistema, que no teníamos ni el tiempo ni la energía para explicar lo que estábamos haciendo». Y reconoce que le duele cada vez que ve una de las populares pegatinas de su país que dicen: «¿Dónde está mi rescate?».

En su libro, el expresidente de la Fed se centra en la crisis, pero recuerda también sus orígenes. Bernanke se crio en Dillon, un pequeño pueblo agrícola de Carolina del Sur al que su familia llegó desde Nueva York huyendo de la Gran Depresión. Bernanke recuerda la extrañeza que a sus compañeros de primaria les provocaba que él fuera judío y cómo alguno le preguntó si era verdad que tenían cuernos. Rememora las noches en el porche cuando su abuela le narraba el crac del 29 y la depresión de los años treinta, un período en el que es experto. Lecciones que luego pudo aprovechar en el 2008: «Me di cuenta de que era muy diferente de lo que había ocurrido cien años antes, pero la historia fue muy útil porque vi que teníamos que hacer frente al pánico».