Nubarrones bancarios: más fusiones, más despidos

ECONOMÍA

Una no entiende muy bien por qué ganan tanto si en realidad el negocio no da de sí. Así que me aferro a que la explicación tenga algo que ver con el misterio de la Santísima Trinidad

27 sep 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Dicen algunos de los grandes banqueros -en petit comité, eso sí- que la situación del sector está fatal. Si usted les recuerda los beneficios multimillonarios que presentaron sus entidades en el último trimestre, ellos le responderán que esas cantidades no reflejan la pesadilla que viven cada día a causa de los escasos márgenes entre lo que prestan y lo que cobran. «El precio del dinero es prácticamente cero», recuerdan. Sin embargo, una no entiende muy bien por qué ganan tanto si en realidad el negocio no da de sí. Así que me aferro a que la explicación tenga algo que ver con el misterio de la Santísima Trinidad y a mí, en esto de las finanzas, me falte un poco de fe.

MARÍA PEDREDA

Hay mucho mar de fondo en el sector. Se avecina otro tsunami de fusiones, que concluirá con lo que ya conocemos: menos entidades -se repartirán la tarta del mercado, con lo que lograrán incrementar sus rentabilidades y dar más dividendos-, y menor número de número de trabajadores. En definitiva, habrá más despidos, más bajas incentivadas y más jubilaciones anticipadas. ¿Afectará esta nueva reestructuración a la economía productiva? Seguro que sí. No se deje engañar.

Esta tercera oleada de operaciones corporativas vendrá provocada por el interés de acabar con esas entidades pequeñas que padecen las consecuencias de unas rentabilidades estrechas y que, de rebote, pueden engordar las tripas de sus competidores. Algunos de estos bancos llamados a desaparecer son herencia de aquellas cajas de ahorros que conocimos y que aún hoy siguen teniendo como principal accionista a una fundación. Precisamente en el 2016, todas las fundaciones de cajas que sean accionistas de un banco estarán obligadas a disminuir su participación por debajo del 51 %. Esto les obligará a salir a Bolsa o a buscar un socio. ¿Quién puede ser ese socio? Una gran institución financiera, se supone. De esas a las que se les denomina sistémicas. En el mercado ya han comenzado a moverse las ofertas. Los pequeños ya se han acercado a los grandes. Sin éxito. Los potenciales compradores no han movido ficha. Tienen dos razones fundamentalmente. Una está relacionada con el precio de la entidad a comprar. Están convencidos de que, cuanto más tiempo pase, menos valdrá. Así que toca esperar si se pretende ir a los saldos.

La segunda razón está relacionada con la representación en los consejos de administración en el caso de fructificar una operación corporativa. Me explico: si la entidad A se fusiona con la B, ¿cuántos miembros le corresponderán a la primera en el consejo de la entidad resultante? Pongamos como ejemplo seis de catorce. Una auténtica locura desde la perspectiva de los accionistas del pez grande. Así que ya están llamando a la puerta del Banco de España para que ponga orden y busque una solución para la representación de esas fundaciones en las entidades fusionadas. ¿O es que los políticos y enchufados que estaban en los consejos de las cajas van a acabar en los consejos de las entidades sistémicas? Es al supervisor al que le toca articular una solución. Conociendo al gobernador, Luis María Linde lo hará con mano izquierda. Pero sin demasiada prisa. Más bien poca. Lo que puede ser peligroso para consumidores y empresas, que son el débil eslabón de una cadena y, por lo tanto, los que tienen más que perder si se vuelve a frenar el crédito.