El ministro de Finanzas, un político inclasificable

La Voz

ECONOMÍA

ANDREAS SOLARO | AFP

Fue el miembro más odiado y más amado del Gobierno de Tsipras. Al final, ha cedido a la presión de los acreedores

06 jul 2015 . Actualizado a las 09:52 h.

Yanis Varufakis, que esta mañana renunció al Ministerio de Finanzas pese a la contundente victoria del gobierno en el referéndum del domingo, fue posiblemente el ministro griego más amado y odiado del gobierno de Alexis Tsipras, debido a su estilo desenfadado, su verbo directo y abrasivo y a sus aceradas críticas a la austeridad. Inesperadamente, pocas horas después de conocerse el resultado del referéndum sobre la propuesta de los acreedores a Atenas, Varoufakis anunció que renunciaba al gobierno para ayudar al primer ministro a continuar las negociaciones con los acreedores.

«Poco después del anuncio de los resultados del referéndum, se me informó que algunos miembros del Eurogrupo y sus socios deseaban mi ausencia de las reuniones, una idea que el primer ministro juzgó potencialmente útil para obtener un acuerdo. Por este motivo dejo a partir de hoy el Ministerio de Finanzas», dijo en su blog Varoufakis, que en los últimos meses ha chocado en numerosas ocasiones con los acreedores.

Varoufakis se definió a sí mismo como «marxista ocasional», una descripción que no abarca los numerosos matices del pensamiento de este «economista por accidente», aficionado a las declaraciones sorprendentes y provocadoras. Hiperactivo en el debate público, Varoufakis hizo oir su diferencia durante los cinco meses que pasó al frente del ministerio.

Varoufakis, cuya cabeza rasurada y su permanente sonrisa eran un imán para los fotógrafos, también se distinguió por forma de vestir, chaquetas de cuero, camisas floreadas o simplemente camisetas, que le hicieron ganarse el apodo de Bruce Willis griego. Formado en Reino Unido donde fue docente, este profesor universitario de 53 años abandonó el país para «escapar» del liberalismo tras la tercera reelección de Margaret Thatcher.

Después vivió varios años en Australia, fichado por una universidad conservadora que quería «expulsar a otro candidato cuyo mentor pasaba por ser un peligroso izquierdista», contaba en su blog para subrayar la ironía de la historia. «Más tarde, me trasladé a Grecia para convertirme, imprudentemente, en asesor de Yorgos Papandreu, cuyo gobierno iba a iniciar el paseo de Grecia por el infierno unos años más tarde», relataba, refiriéndose al primer ministro socialista que debió dimitir en 2011, por intentar organizar una consulta similar al referendo previsto para este domingo.

Tras esta primera incursión en política, entre 2004 y 2006, en las filas de los socialistas griegos que entonces estaban en la oposición, Varoufakis se convertiría en uno de los críticos más virulentos de su gestión de la crisis. Fue el propio Papandreu el que en 2009, cuando era primer ministro, se resignó a pedir ayuda a la UE y al FMI ante la gigantesca deuda que ahogaba a Grecia.

Más solidaridad

Yanis Varoufakis fue uno de los primeros en advertir del riesgo de impago de su país, actitud que le valió el mote de Dr. Doom («Dr. Catástrofe»). En 2012 tuvo que irse de Grecia ante las amenazas que recibió por sus constantes críticas a la estrategia de los planes de rescate, que se vieron acompañados de una austeridad draconiana. 

«¿Por qué nos han forzado a cerrar los bancos? Para infundir miedo en la gente. Y cuando se trata de extender el terror, a ese fenómeno se le llama terrorismo», declaró al diario español El Mundo, al hablar de la política supuestamente dirigida por los acreedores de Atenas, el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Central Europeo (BCE) y la Unión Europea. Sea cual sea el resultado del referéndum del domingo, los bancos del país reabrirán y habrá un acuerdo con los acreedores», aseguraba Varoufakis hace pocos días.

El ya exministro siempre ha dicho que salir del euro sería peor que mantenerse en la Eurozona, ya que la inevitable depreciación de la dracma, la antigua moneda griega, llevaría a una «transferencia masiva del poder» de los más pobres, cuyos ingresos y ahorro ya no valdrían nada, hacia los más ricos, que habrían puesto sus euros a buen recaudo. Convencido de que el país heleno permanecería en el euro sin importar el resultado del referéndum, pocos días antes del plebiscito explicó a Bloomberg TV que se «cortaría un brazo» antes que seguir como ministro de Finanzas si triunfaba el «no». Al final, sin embargo, la presión de los acreedores ha sido más fuerte que el apoyo a sus tesis por parte de los griegos.