Enrique Orge Míguez: «Calvo hace comercio justo. Y eso no lo pueden decir todas las empresas»

X. Ameixeiras, R. Santamarta CARBALLO / LA VOZ

ECONOMÍA

José Manuel Casal

Las cuentas del 2014 del grupo de alimentación «han sido de récord», avanza

03 may 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Cumple este 2015 la empresa Calvo 75 años de funcionamiento con la vista puesta en Galicia (su sede), en Italia (donde está su accionista Bolton), en América (con varias divisiones) y en Asia (donde compra buena parte del producto). Y para otearlo todo (salvo Brasil), Enrique Orge, redondelano de 40 años.

-En unas semanas presentarán sus cuentas del 2014, el llamado año de la recuperación. ¿Cómo les fue a ustedes? ¿Llegaron a los 800 millones de facturación que se habían marcado?

-Por poco. Nos afectó la depreciación del real brasileño. Brasil creció igual un 20 %, pero cuando lo llevas a euros se te queda en un 11 %. También tuvo devaluación el colón de Costa Rica. Y a la vez, el atún tuvo una caída de precios. Son variables, el precio del pescado y los tipos de cambio, que no controlas directamente, y que hicieron que no se llegara a la cifra prevista. Aún así, el 2014 ha sido un año de récord.

-Son de los que han notado la recuperación entonces...

-Nuestro sector es atípico, no sirve para medir el pulso de la economía global. La crisis se puede notar en si la gente no cambia de coche o de lavadora, pero no tiene por qué dejar de comprar nuestros productos. Un dato: el volumen de venta de conserva de pescado el año pasado creció un 2 %, y este 2015, de marzo a marzo, el consumo de atún creció un 3,7 %. Nuestra categoría no ha sufrido con la crisis, ni nota esa recuperación. Quizá sí alguien de venta de coches, o Inditex, o C&A... No somos un buen termómetro, porque no hemos notado una caída por la crisis. ¡Ojo! Tampoco notamos grandes subidas en los grandes años. Somos bastante acíclicos.

-¿No se fue a la marca blanca?

-Eso es otra cosa. Lo que nos dicen los estudios es que el consumidor en España no es fiel a una gran superficie, se guía más por ofertas, y hay una guerra lógica por atraer al cliente. Eso ha cambiado con respecto a hace 20 años, cuando éramos fieles a una tienda en concreto. Ahora el cliente está más informado.

-Ustedes no hacen marca blanca. ¿Ni se lo plantean?

-No. Somos fieles a nuestro modelo de negocio, que es apostar por la calidad y poner a toda la organización a disposición del cliente para hacer un producto de más calidad y hacer que el consumidor cuando compre Calvo diga: «Aquí hay una organización que ha pensado en mí». En Calvo, cuando hablamos de calidad hablamos de algo global, porque se compran pescado y lomos en todo el mundo, hay mucho actor asiático y nos hemos empeñado en saber cómo hacen las cosas cada uno de ellos. Hace años que seguimos a todos aquellos que hacen negocios con nosotros, en España, en Italia, en Vietnam... Para auditar cómo están sus fábricas, sus clientes, su relación medioambiental... Y no solo pedir precio. Si vemos cosas que no nos gustan, pues lo cambiamos.

-¿Lo han hecho muchas veces?

-En algunos casos. Hemos dejado de comprarles, pero no hemos desistido con ellos. Creemos que tenemos una responsabilidad con ese proveedor para hacerle cambiar cosas, sobre todo en Asia. Nos ha pasado con un caso en el que los trabajadores se quejaban porque no entendían la nómina. Dejamos de comprarles, volvimos seis meses después y comprobamos que había un cambio. Eso es un orgullo. En resumen, de ahí lo de que somos un producto de calidad, de comercio justo. No pueden decirlo todos. Detrás de nuestras latas hay todo eso. Otros, que lo expliquen si quieren.

-¿No han pensado en abrir en Asia, por ejemplo, su propia factoría?

-No. Uno se puede deslocalizar, desde el punto de vista fabril, o bien porque tiene materia prima cerca que conviene elaborar allí, o bien porque quiere acceder a un mercado. Y en Asia ni tenemos esa necesidad de materia, ni tenemos mercado.

-La entrada del grupo italiano de alimentación Bolton como accionista (tiene hoy el 40 %, el resto está en manos de la familia fundadora), ¿les ha permitido entrar en nuevos mercados?

-No. El plan estratégico de Calvo es de Calvo. Es más, en muchos mercados somos competencia. Bolton nos ha ayudado a ser mejores. Cuando tienes en tu accionariado a una empresa del sector que sabe cómo hacer las cosas y hasta dónde puedes llegar, te ayuda a poner más firmes a toda la organización.

-Ahora Bolton ha comprado Garavilla, otra conservera...

-No tenemos una comunicación formal de ello. Es una decisión soberana de Bolton, que desde que entró en Calvo ha hecho bastantes compras por el mundo. Calvo no participa en Bolton, y no podemos decir nada. En todo caso, Garavilla es poco competidor nuestro, está en mercados en los que nosotros no estamos.

-Hablaba del impacto de la depreciación del real brasileño. ¿No se están replanteado el negocio en Brasil?

-Para nada. El consumo de atún y sardina ha crecido, pese a la crisis, y Gomes da Costa [la empresa que tiene Calvo allí] ha ganado cuota de sus competidores. No nos gusta la situación macroeconómica, que tiene un componente político, pero no pensamos que sea un factor que vaya a afectar a nuestro negocio.

-Por la cercanía de negocio, ¿les ha hecho daño el caso Pescanova?

-He estado en ferias donde me han preguntado mucho por Pescanova. Porque es una empresa gallega y tiene sus barcos. Pero no tiene nada más en común con nosotros. Al principio algún banco te podía preguntar si teníamos relación... Pero nada más.

«Nosotros votamos en contra en Anfaco por los contingentes de los lomos de aún»

Hace ya unos cuantos años que Enrique Orge dejó el balonmano (con 28 años, al irse a El Salvador para abordar uno de los proyectos en el exterior de Calvo), pero encara las preguntas igual que cuando se enfrentaba como central a sus rivales: de frente. Por ejemplo, cuando se le interroga por el conflicto que enfrenta a la conserva y a la flota por la entrada en Europa de lomos de atún sin arancel de países con los que no hay acuerdos preferenciales. Calvo, en esa controversia, se ve entre dos aguas, porque es a la vez empresa conservera y tiene su flota propia (7 atuneros), que captura para sí mismo y para vender. «Nuestro negocio ahora puede ser un 60 % nuestro, y un 40 %, compras. Pero el porcentaje no es un fin, depende de las características del pescado que capturamos, y de las relaciones con terceros. Es lo que sea a final de año, resultado de la mejor materia prima. No está predeterminado».

-¿Qué posición tienen con la entrada de lomos sin aranceles?

-Nos hemos manifestado en Anfaco en contra del contingente [cantidad de lomos de atún sin arancel], aunque en la patronal la posición mayoritaria fue favorable. Nuestra postura es la que tiene, por ejemplo, Opagac [Organización de Productores Asociados de Grandes Atuneros], y otros en nuestro sector.

-¿Cómo justificaron ese voto?

-Pensamos que existe hoy una política aperturista de la UE, con acuerdos comerciales que permiten cubrir el abastecimiento de la industria. Por ejemplo, el atún entero no paga arancel, sea de donde sea, siempre que no venga de pesca ilegal, claro. Por eso creemos que hay suficiente mercado. Si no aceptamos acuerdos de libre comercio con terceros países porque no han ratificado convenios de la OIT, porque hay dudas sobre su mercado laboral... tampoco debemos aceptar que vengan sus lomos de atún, sin saber cómo, en qué condiciones. Nos parece contradictorio hacerlo. En la elaboración de lomos hay mucha mano de obra intensiva, y si algunos en la patronal tienen dudas sobre las condiciones laborales en terceros países, entonces no puedes permitir que entren sin arancel.

-¿Esta posición, teniendo en cuenta su tamaño, la conoce el ministerio, que opta por el «statu quo»?

-Sí, claro. Pero no nos gusta mucho manifestar en público nuestras discrepancias en Anfaco.