El ángel caído: de ministro milagro a decepción nacional

Mercedes Mora REDACCIÓN / LA VOZ

ECONOMÍA

El «impecable» gestor se hunde en el fango de los escándalos judiciales

17 abr 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Poco -más bien nada- es lo que queda hoy de aquel halo de impecable gestor que dejó Rodrigo Rato flotando en el ambiente cuando en el 2004, apenas tres meses después de las elecciones, abandonaba el país y ponía pies en polvorosa rumbo al Fondo Monetario Internacional. Llueve sobre mojado -a mares- sobre una de las figuras más destacadas de la historia del PP. Durante años, no se coció nada con cierta enjundia en el seno del partido sin que él estuviera en el ajo. Pero, el hombre del milagro económico español, como se referían a él en las filas populares -y no hace tanto de eso-, se hunde en el fango judicial. Acosado por los escándalos. Denostado por todos. Hasta por sus más devotos seguidores de antaño. En su día, legión. Ratistas, los llamaban. La acusación de blanqueo de capitales, fraude fiscal y alzamiento de bienes que ayer lo llevó a ser detenido es un bidón de gasolina en el fuego en el que arde desde hace meses el prestigio de quien hasta estuvo llamado a ser el sucesor de José María Aznar y que bien podría haberse aupado hasta la presidencia del Gobierno con la que finalmente se alzó Rajoy.

Es este el último de los escándalos conocidos de un Rodrigo Rato imputado ya por el descomunal despropósito de la salida a Bolsa de Bankia y por el uso de las tristemente famosas tarjetas black de Caja Madrid. Estafa, administración desleal y apropiación indebida son los delitos que se le achacan por esos supuestos desmanes. Pocos le parecen a una ciudadanía fuertemente golpeada por la crisis y que ha tenido que tragar con la rueda de molino de la vida de lujo que se pegaba el exministro con el dinero de todos: el de Bankia.

Compras a manos llenas en tiendas de lujo, dispendios en alcohol en clubes y discotecas, homenajes en restaurantes y estancias en hoteles de ensueño. Son solo algunos de los caprichos que se daban Rato y los suyos y que han dejado expuestos, a la vista de todos, los listados de los gastos que realizaban con las black. Habrá que ver en qué acaban las imputaciones. Pero, sea cual sea el resultado, la suya hace ya tiempo que dejó de ser una historia de éxito. Para convertirse en una monumental decepción. Y va a ser difícil que no acabe en el mayor de los ostracismos.

Muchos se preguntan ahora cómo es posible que un embaucador de tal calibre colase durante años como excelente economista y todavía mejor gestor. Una leyenda esa que se fraguó al calor de la ejemplar entrada de España en el euro y que se agigantó con su desembarco en el Fondo Monetario Internacional. Uno de esos cargos de gran prestigio mundial con el que España nunca se había atrevido a soñar hasta entonces.

Pero, ninguna de esas dos grandes empresas, por las que tantos elogios le llovieron en el pasado, ha tenido un final feliz. El milagro económico terminó en una colosal burbuja inmobiliaria -comenzó a cebarse bajo su gestión como superministro de Aznar - que le estalló al país en las narices, arrastrándolo al lodazal de la crisis. Y del FMI salió a lo Curro Romero. Con una espantá en toda regla. Adujo entonces «razones personales y familiares». Muchos dijeron después que lo había hecho porque sabía la que se le venía encima. Algunos años más tarde, el propio Fondo reconocía en un informe interno que la gestión de Rato al frente del organismo fue todo un fiasco.

Ahora este madrileño descendiente de una acaudalada familia asturiana tendrá que dar explicaciones. Ejercicio este nada de su agrado. Lo suyo es la oratoria. Pero, eso se acabó.