Juan Carlos Escotet: «Abanca es como un hijo, y los hijos no se venden»

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ECONOMÍA

Avanza que el banco es un «proyecto de vida» y que reinvertirán los beneficios, aprovechando las oportunidades de negocio que se presenten

17 mar 2015 . Actualizado a las 07:39 h.

Llegó para quedarse y crecer. «Este un proyecto de vida, lo sentimos como un hijo y los hijos no se venden». Así de rotundo se mostró ayer el vicepresidente de Abanca y presidente del grupo Banesco, Juan Carlos Escotet, durante una entrevista en el programa Vía V, preguntado por su supuesto interés en deshacerse del banco gallego. Admitió que puede haber interés por parte de alguna entidad en hacerse con Abanca. Se ha especulado con Caixabank. «Pero nosotros no estamos interesados», zanjo. De hecho, sus planes son otros. Muy distintos: «Esta es una apuesta a largo plazo. Queremos reinvertir nuestros dividendos en mantener el patrimonio y estar capitalizados para el futuro. Pero también estamos abiertos a nuevas oportunidades. Seguro que en nuevos procesos de consolidación en el sector bancario se presentan oportunidades, posibles adquisiciones».

Juan Carlos Escotet defendió la operación de compra de la antigua Novagalicia ante las críticas vertidas por la oposición parlamentaria. «Respeto a la representación política, pero tengo que confesar que me ha sorprendido ver en el Parlamento discusiones sobre los resultados de una empresa privada. Adquirida tras superar un proceso de subasta competitiva muy exigente y transparente», destacó.

El dueño de Abanca también defendió el momento elegido por el FROB para sacar a subasta NCG. «Se vendió muy oportunamente. Durante cinco años estuvo intervenida y perdió valor». Banesco adquirió el banco por 1.000 millones de euros a finales del 2013, cuando el Estado, a través del FROB, le había inyectado ya 9.000 millones. El año pasado logró unos beneficios de 1.157 millones de euros. Escotet defendió que la venta le ahorró dinero al Estado. Expuso que su liquidación le habría supuesto a las arcas públicas unas pérdidas de 13.000 millones, en lugar de los 9.000 que se gastó en ayudas. A esa diferencia de 4.000 millones habría que sumar los 1.000 que pagó Banesco por la entidad gallega. De ahí que Escotet resalte que «el Estado se ahorró 5.000 millones».

Admitió que sus predecesores en las cajas «cometieron errores» y se refirió «a una expansión inadecuada. Se lanzaron a conquistar España tarde, con la burbuja a punto de explotar». Pero también reconoció que «esta institución [Abanca] es posible» gracias a que también hubo cosas que «se hicieron bien». Y se refirió especialmente al arraigo que la entidad logró en Galicia.

Defendió que la fusión fue «la apuesta más inteligente porque logro preservar el valor de la entidad. Si no hubiera sido así, no hubiéramos invertido en ella».

Escotet valora «la consciencia colectiva que hay en Galicia de la importancia de esta institución». «Esto nos ha permitido recuperar cuota de mercado en depósitos y créditos», añadió. Y adelantó que este año la concesión de préstamos nuevos está avanzando a un ritmo superior al previsto por la entidad.

«Siento vergüenza por las malas prácticas de algunos banqueros»

Juan Carlos Escotet asegura sentirse «enamorado» de su profesión, a la que llegó siendo apenas un niño, con 16 años, y a la que ha dedicado toda su vida. Por eso precisamente asegura sentirse «profundamente avergonzado por las malas prácticas» que durante años desarrollaron algunos banqueros y que acabaron sumiendo al mundo en una profunda crisis de la que todavía no se ha repuesto.

Argumenta el presidente del grupo venezolano Banesco, dueño de Abanca, que el sistema financiero estadounidense, donde se gestó la crisis, «reclutó el mayor talento que había en las mejores universidades para diseñar complejos y sofisticados productos con los que después engañar a la gente».

Pero, Escotet defiende el oficio de banquero. Un trabajo que, cuando se hace bien, alejado de las malas prácticas, «permite generar bienestar» para la sociedad. Y reconoce que los bancos «están obligados a rendir cuentas. A ser lo más transparentes posible». Por eso, precisamente, considera que esa banca de los desmanes «no tiene cabida en el futuro».

En cualquier caso, recuerda que no todas las entidades actuaron de la misma manera. Y subraya que España es un buen ejemplo de esas diferencias. «La gran banca española hizo los deberes correctamente». Su actuación nada tiene que ver con lo sucedido en las cajas, recalca, para puntualizar, no obstante, que en entidades con una trayectoria tan larga como las de estas últimas no puede uno quedarse solo con los desaciertos de la última etapa, la que las llevó a la quiebra. A lo largo de tantos años de historia hubo también cosas, muchas, bien hechas.