El BCE se desnuda y enseña su división en la compra de deuda

Adolfo Lorente BRUSELAS / COLPISA

ECONOMÍA

BORIS ROESSLER | Efe

Miembros como Alemania advirtieron del «riesgo moral» de la histórica medida, ya que podría frenar el impulso reformista

20 feb 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

En una alarde de transparencia que emula a la Reserva Federal estadounidense, el Banco Central Europeo publicó ayer las actas de la última e histórica reunión del consejo de gobierno. La del 22 de enero, el día en el que el BCE anunció la compra masiva de deuda pública, sobre todo, y privada por valor de 1,1 billones para rescatar a la eurozona de las garras de la deflación. Una decisión tan necesaria como polémica políticamente, como ayer se evidenció por escrito. No se detalla quién hizo tal o cuál declaración (transparencia made in Fráncfort), pero sí se vislumbra el acento alemán cuando se lee que hubo críticas a la puesta en marcha del programa de flexibilización cuantitativa -Quantitative Easing (QE)- por sus siglas en inglés). No hay grandes sorpresas más allá de lo dicho y sugerido por el presidente del Eurobanco, Mario Draghi, en la comparecencia de aquel mediodía. Por un lado, hubo «unanimidad» en manifestar que la aprobación de la medida es legal y se ajusta a los Tratados comunitarios, como así lo corroboró días antes el abogado general del Tribunal de Justicia de la UE. Las divergencias llegaron en el momento de su aprobación inmediata (entra en vigor en marzo). «Una amplia mayoría de los miembros que votaron apoyó la decisión de lanzar un programa más amplio de compra de activos», dice el informe publicado. El matiz es importante porque el gobernador del Banco de España, Luis María Linde, estuvo presente pero no votó porque España carecía de este derecho. No era otro castigo, sino solo que entraba en vigor el nuevo sistema rotatorio de votación y a España le tocó por sorteo descansar el día 22.

Quizá lo más llamativo respecto a la compra masiva de deuda pública es que hubo participantes que tras «opinar que no había una necesidad urgente de actuar en la reunión actual», advirtieron de que la decisión conlleva una serie de efectos secundarios, incluyendo el «riesgo moral» de que algunos países de la eurozona, atraídos por estos estímulos, dejaran de acometer reformas estructurales y ajustes fiscales. Una idea trasladada en varias entrevistas por el gobernador del Bundesbank, el halcón Jens Weidmann. Así que blanco y en botella: Alemania. Sin plan B Este grupo opositor, y finalmente perdedor, defendía la posición de «esperar y ver», y que «las compras de deuda soberana deberían seguir siendo un instrumento de contingencia de la política monetaria, que solo se puede utilizar como último recurso en el caso de un escenario extremadamente adverso, como una espiral deflacionaria a la baja», según el documento

Pero lo paradójico es que el Consejo de Gobierno admite que «no hay evidencia de un serio riesgo de deflación»

Por otra parte, las actas también revelan que el BCE no tiene ni planes B ni C ni D a los que agarrarse si el QE no funciona. Se reconoce que esta era la última bala, «el único instrumento disponible de alcance suficiente para proporcionar el estímulo monetario necesario para cumplir el objetivo de estabilidad de precios del Banco Central Europeo».