Galicia se pone al frente de la España Verde

Cristóbal Ramírez

MERCADOS

Álvaro Ballesteros

28 ene 2015 . Actualizado a las 19:13 h.

No se puede competir con el casi eterno tópico: para bien o para mal Andalucía se ha apropiado de la imagen de España. Flamencos, toros y olé, más los toques levantinos en forma de paella y el innegable paraíso que se llama Canarias, sin olvidar la archiconocida Mallorca. A eso procede sumarle el sol, el desbarre ilimitado del alcohol barato y la formación de asentadas colonias de extranjeros. Desde el punto de vista turístico, entrar en competencia frontal con todo ello equivale al suicido y la marginalidad.

Por eso mismo la marca de España Verde es la baza que tiene que jugar el norte. Lógicamente, su perfil del visitante es completamente diferente del que accede al sur y al este, pero, aunque no está de más recordar que toda generalización roza la falsedad por el mero hecho de serlo, el turista del norte suele ser de mayor calidad. O sea, escapa del barullo, le gusta y paga la buena gastronomía, no practica el extraño deporte de tirarse desde la habitación a la piscina del hotel y aprecia el arte y, por lo tanto, está más dispuesto al gasto. 
Pero si Asturias, Cantabria y el País Vasco deben apostar por la España Verde puesto que otras razones no pueden esgrimir, Galicia tiene que pisar aún más el acelerador. Por dos razones: la primera, porque geográficamente resulta la más perjudicada al estar más alejada que las demás de la frontera con Francia («Todo es negociable menos la geografía», decía el canciller Bismark).

Y la segunda, porque los excelentes datos del 2014 le obligan a repetirlos en las próximas Navidades, so pena de fracasar. Lisa y llanamente. Porque, en efecto, Galicia fue líder en la España Verde en cuanto a número de viajeros y de pernoctas en el 2014 (a expensas de conocer los números de diciembre, que todo apunta a que confirmarán esa clasificación). 
A Galicia le interesa pescar en el caladero del potente turismo extranjero, el cual se incrementó en toda la España Verde en un 8,4% entre enero y noviembre (5,8% en el caso de las pernoctas), unos porcentajes superiores -y esta es la clave- a la media española, y no entra en el capítulo de lo ocioso recalcar que hasta el punto de que en el cómputo total casi los duplican: 4,6% y 2,8%.

Su bandera y elemento diferenciador es el Camino de Santiago. Cierto que el resto de las comunidades está cruzado por uno de ellos, el del Norte, y de Oviedo arranca el Primitivo, pero no tienen la afluencia del que parte de Roncesvalles y Ostabat. A pesar de lo cual las comunidades, en una reunión en Gijón el pasado día 19, se comprometieron a potenciar la ruta jacobea que va pegada al Cantábrico, decisión digna de aplauso ahora que parece más lejos que nunca que se declare Patrimonio de la Humanidad. Sea dicho de paso, qué lejos quedan las reticencias iniciales de Asturias -«Eso solo beneficia a Galicia»- y, sobre todo, las más duraderas del País Vasco, que en petit comité argumentaba que eso era un asunto español que no les competía. Claro que la década de los noventa del siglo pasado solo acababa de comenzar.
El septentrión peninsular, sin toros, flamenco, olés ni paella, marca distancia. Lo refleja muy bien el eslogan que ha sacado recientemente: «España Verde: el espíritu del norte». La incruenta batalla continúa con más intensidad. Ni un paso atrás ni para coger carrerilla.