Sube la fiebre en Asia por construir el buda más grande del mundo

Sara R. Estella PEKÍN

MERCADOS

China, Japón y Tailandia compiten por albergar estatuas de récord como reclamo turístico. La región exhibe su poderío económico con estas inversiones

27 ene 2015 . Actualizado a las 05:07 h.

Carecen de una historia milenaria y, en la mayoría de los casos, sus características arquitectónicas dejan mucho que desear, pero cumplen su único objetivo: batir el récord de ser la estatua de Buda más grande del mundo. Una competición que ha ganado fuerza en Asia durante la última década, motivada en gran parte por el crecimiento económico de países como China o Japón, y que va ligada a otra lucha, la de atraer a millones de turistas extranjeros hacia sus fronteras. Para encontrar la escultura que ostenta la primera posición de esta carrera sin tiempo ni meta, tenemos que desplazarnos hasta la céntrica provincia china de Henan. Allí, en la ciudad de Zhaocun, fue construido en el 2008 el Buda del Templo de la Primavera, que representa a Vairochana, el principal buda de la sabiduría. Con 153 metros, incluyendo un pedestal con forma de loto de 20 metros, superó al Buda Amitabha de la ciudad japonesa de Ushiku, que con sus 120 metros de altura coronaba el ránking desde 1993. Pero no solo la altura se tiene en cuenta en esta singular competición. La imaginación se agudiza para recaudar dinero procedente del turismo y cada vez es más frecuente ver otras etiquetas como la del «buda reclinado más grande del mundo», «el buda sentado más grande del mundo» o incluso «el buda de madera tallado en una sola pieza». El primero de ellos se encuentra en Tailandia. Conocido como Phra Somdet Sakayamuni Si Bophit, esta imagen tumbada mide 53 metros de largo y es una figura dorada, construida en bronce, que se encuentra en un templo del siglo XIX al sur de Bangkok. En Japón, el buda de Kamakura, con más de 11 metros de alto y 121 toneladas de peso, espera sentado a que miles de visitantes se acerquen a él para pedirle suerte previo pago de un euro y medio. Lo mismo ocurre con la talla de 18 metros de altura realizada en una sola pieza de madera y que es la sorpresa final de la visita al Templo de los Lamas de Pekín, cuya entrada cuesta cerca de tres euros y medio. Contradiciendo la máxima budista de rechazar todo lo material, la construcción de estatuas supone una importante inversión. El caso más reciente que pudo comprobar este periódico es el del Buda Amitabha del monasterio de Donglin, aún sin terminar. Ubicado en la ciudad de Jiujiang, en la provincia de Jiangxi, quiere servir como reclamo turístico para una de las zonas con menor promoción hasta ahora. Según el Diario del Pueblo, altavoz del Partido Comunista, su presupuesto ascendió a «mil millones de yuanes (129 millones de euros)», que aportaron «donantes nacionales y extranjeros». Pese a que entre China, Japón y Tailandia atesoran las estatuas más grandes del mundo, sus budas no alcanzan el carisma de obras emblemáticas y mucho más pequeñas como la Estatua de la Libertad de Nueva York, con sus 46 metros de alto, o el Cristo Redentor que con sus 38 metros custodia Río de Janeiro. Queda claro que la grandeza y el atractivo turístico no solo se mide en metros ni en presupuestos millonarios.