La nécora, para los meses con r

espe abuín REDACCIÓN / LA VOZ

ECONOMÍA

Los naseiros despiden una campaña más mala que regular y vuelven a surgir las voces que reclaman un cambio en el calendario de vedas

19 ene 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

La nécora que hay en Galicia ya solo habla francés o escocés. Y si se expresa en gallego, lo hace de forma furtiva. La extracción y comercialización del crustáceo está prohibida desde la misma noche en que llegaron los Magos de Oriente y, de acuerdo con la legalidad, no debería regresar a plazas y pescaderías hasta que el bikini sea ya la indumentaria básica: el 1 de julio.

Entre los naseiros, una sensación común: que la campaña ha sido «máis ben floxeira», dice Javier Costas, patrón mayor de Cangas, con un sector «moi forte» dedicado a la nécora. Una percepción también reforzada por los comercializadores, que cada vez perciben que hay menos nécora y advierten de que «como non se tomen medidas, vai quedar como unha cousa residual», sostiene Manuel Alfonso, de Agacomar (Asociación Galega de Comercializadores de Marisco). «Levo 28 anos ao mar, e para min, esta foi a peor campaña da nécora». Es el resumen del marinero ribeirense Francisco Fernández, Kiko, que compagina la nasa de crustáceo con la de pulpo, aunque prefiere la primera, con diferencia. «Fatal», resume Manuela Tubío, Lita, de Boiro. «Non recordo un ano coma este», dice rememorando que hubo semanas de ganar 70 euros: «20 de carnada e 50 de gasoil... ¡Un desastre!».

Son estampas que ilustran un mal año de nécora. Se habla de impresiones porque son eso, apreciaciones, dado que las estadísticas desdicen tanto pesimismo. Dicen, con sus números, que la temporada que se cerró el 5 de enero pasado fue ligeramente mejor que la anterior. Eso sí, todo hay que decirlo, tanto en el 2014 como en el 2013, el volumen de descargas ha caído sensiblemente con respecto a campañas anteriores. Sin ir más lejos, con las del 2012: 18 toneladas menos, un 15 %.

Furtivismo y contaminación

A la hora de buscar una explicación al fiasco, los apuntes son múltiples. Y variopintos. A juicio de Kiko, uno es el imprevisible mar : «Hai anos de moitas laranxas, anos de mazás, de cereixas... E o mar tamén é así, uns anos son bos e outros son malos», apunta. A eso añade otros dos problemas, que ya no dependen de los caprichos del mar y de la climatología. Uno es la contaminación, que, según dice, en el caso de la ría de Arousa clama al cielo. Y otro es «a cantidade de ranas [submarinistas] que a crise levou ao mar», un furtivismo «escandaloso», al que la falta de medios de vigilancia no es capaz de poner remedio.

Esa justificación coincide con la de Lita, que asegura que «hai moitísimos ranas con botellas nas pedras onde cría a nécora». También cree que el escombro de las bateas influye en que esos criaderos estén ahora tapados y no dejen siquiera ver las piedras.

Javier Costa apunta otro problema: «Que a nécora xa non ten veda». La tiene sobre el papel, pues el plan de explotación marisquera de Galicia fija de julio a principios de enero el período en el que se puede pescar. Pero «a Xunta, ao permitir quedar de noite as nasas de polbo no mar, na práctica está permitindo a captura». Pone en duda así que los polbeiros devuelvan al mar las nécoras que entran en los aparejos, como sería preceptivo, y sospecha que acaban en el mercado negro. Fernández, que alterna pulpo con nécora y algo sabe, comparte esa sentencia. Y abunda en la cuestión de las vedas aludiendo a los errores que aprecia en el calendario marcado para la especie: «A nécora non se pode abrir no verán. Habería que esperar ata setembro, outubro... Os meses con r, como toda a vida». Sugiere que la campaña debería ser de septiembre a marzo, siete meses abierta y cinco cerrada. Y se haría menos daño al producto que vedándola seis meses y capturándola otros tantos si entre los meses hábiles se encuentra el verano.

En esa estación, la nécora no reúne calidad. Está desovando y, por eso, «nunca vai estar boa en xullo ou agosto», por más que se empeñen los restaurantes y los turistas en poder tenerlas al alcance. Lo único que se consigue de esa manera, apunta Kiko, es tirar por tierra la marca Galicia del marisco.

Precios

Lo peor es que la falta de recurso no se ha visto compensado con la subida de precios que suele acompañar a la escasez: «O prezo non repuntou», afirma Fernández. O por lo menos no en correspondencia con la escasez.

También para eso tiene explicación el ribeirense: «O consumidor xa está acostumado á nécora de fóra e xa non está disposta a pagar o que se pagaba antes polo produto de aquí». Pone el ejemplo del buey de mar. Antes, el autóctono no bajaba de 18 euros y, desde que Irlanda comenzó sus envíos masivos, desapareció el gallego: «Hai tanto tempo que non hai boi de aquí que xa non ten prezo; cando aparece se paga a 6 euros, como o irlandés». Ocurrió lo mismo con el lumbrigante, que el de las rías se pagaba a 28 euros y desde que se importa no pasa de 18, «coma o de fóra».

Son los lamentos de «un ano horrible», que ha dejado un sabor amargo al que sus protagonistas no ven visos de solucionarse.