Un año entero sin ver una nómina

Mario Beramendi Álvarez
mario beramendi SANTIAGO / LA VOZ

ECONOMÍA

Los impagos y la deuda colocan a Xóvenes Agricultores al borde de la desaparición

18 ene 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando se abre la puerta de la oficina central de Xóvenes Agricultores en Santiago, ya casi nadie levanta la cabeza. Muchos empleados se han marchado, pero los pocos que quedan tienen la vista en la pantalla de su ordenador. Hay en sus rostros una mezcla de inercia y de desánimo. Acudir al puesto de trabajo después de llevar un año sin ver la nómina es difícil de explicar. Solo una fe inquebrantable en un proyecto que tiene más tres décadas de vida lo aclararía. O la esperanza de que, una vez pasada la tempestad, podrá asomarse la cabeza. Pero en realidad, quienes allí quedan, en su mayoría, son aquellos a quienes el colchón familiar les ha permitido amortiguar tantos metros de caída. Y pese a ello reman y bracean sin la certeza de que tocarán la orilla.

La historia de Xóvenes Agricultores es en realidad la cruel metáfora de esta crisis, que ha desnudado aquella falsa pujanza construida al calor de las subvenciones públicas. Sedes acristaladas que reflejaban la luz como símbolo de modernidad. Fachadas de espejo que han conducido al espejismo. Infraestructuras y empleos que no tenían su sentido y su financiación en el rendimiento previo de una actividad, sino en el copioso maná de Bruselas y, en consecuencia, del resto de Administraciones. Cuando de aquella cascada dejó de caer agua, llegó una sequía que muchos jamás pudieron imaginar. El caso de Xóvenes es también extrapolable a los sindicatos y a las patronales con el desplome de los fondos públicos para formación. La organización agraria, que ha ocupado el espectro ideológico del centro y la derecha, con arraigo en esa Galicia rural que siempre ha venerado a Fraga y al PP, ha sufrido en los últimos años una anemia de recursos que la ha dejado al borde de la desaparición.

En el 2008, antes de que se desinflara el globo, contaba con más de 600.000 euros de subvenciones y un centenar de empleados. Hoy tienen 100.000 euros de ayudas y solo quince trabajadores, de los cuales seis están en la sede central de Santiago. Los 13.000 socios que tiene la organización, con una cuota anual de 65 euros, son insuficientes para mantener el barco a flote. Con una inmensa vía de agua, quienes quedan a bordo tratan de llevarlo a tierra. «Facémolo por sacar isto adiante», precisa resignado Francisco Bello, secretario xeral de la organización. Pero el sindicato está en una rueda de difícil salida. Las deudas con la Seguridad Social y con Hacienda les impiden cobrar algunas de las ayudas públicas que tienen aprobadas. Los bancos han exigido incluso avales personales. Y el poco dinero que entra se utiliza para socorrer a los trabajadores con necesidades más inminentes. Sobre uno de ellos pesa ya la amenaza de denuncia de su exmujer por no pasar la manutención del hijo que tienen en común.

Nuevas vías de ingresos

Xóvenes Agricultores se cobija bajo al paraguas de Asaja en Madrid, y su secretario está trabajando con ellos para reconducir la situación. También están buscando nuevas vías de ingresos con la prestación de servicios en el campo, pero el poco personal del que disponen y la ausencia de recursos dificultan su desarrollo. A diferencia de Xóvenes, las otras dos organizaciones agrarias de Galicia han sorteado la crisis con ajustes de personal y recortes, pero no tan bruscos. No crecieron tanto en los tiempos de vacas gordas porque, entre 1989 y el 2005, Xóvenes fue la organización mimada y sostenida por Manuel Fraga. A ello se suman otros dos factores: Unións Agrarias tiene el colchón de UGT y el Sindicato Labrego Galego sufrió una escisión que lo partió en dos, cuando los cuadros del sindicalismo agrario nacionalista, militantes de la UPG, impulsaron la Federación Rural Galega (Fruga).

Desde que se marchó Fraga en el 2005, nada fue igual ya para Xóvenes. Y eso que tras el verano del 2006, después de la ola de incendios que chamuscó al bipartito, la organización que preside Juan Miramontes, con Feijoo en la oposición, impulsó la plataforma SOS Contra o Lume, en lo que fue la réplica de Nunca Máis urdida por el PP. Rajoy, Ana Pastor y Núñez Feijoo participaron en aquella multitudinaria manifestación de septiembre.

Desde el 2009, con la drástica caída de ingresos por la crisis, el presupuesto de la Xunta cayó de forma vertiginosa y las partidas de subvenciones fueron sufriendo considerables tijeretazos. De nada le ha servido a Xóvenes la influencia política y la conexión con el PP. Primero, porque ya no están los de antes. Y porque a Feijoo, en asuntos de distribución de recursos, no le ha temblado el pulso. El presidente de ahora es un amigo político. Pero antes actúa como un consejero delegado.

De los cien empleados que había en el 2008, apenas quedan ahora 15