«Me decían que no me preocupara si oía que Alcoa iba a cerrar»

f. fernández REDACCIÓN / LA VOZ

ECONOMÍA

marcos miguez

Los trabajadores de la factoría coruñesa confían en que la planta no cierre

11 dic 2014 . Actualizado a las 09:24 h.

En el polígono coruñés de A Grela conviven negocios bien variopintos: el mayor centro comercial de Galicia, Marineda City, un templo del consumismo, con una fábrica de aluminio, que está casi justo enfrente. Es la de Alcoa. Un cartel de «se vende» da la bienvenida a los que llegan a las puertas de la factoría, que también se topan con camiones haciendo cola para entrar, un par de hogueras humeantes en las que se consumen unos palés de madera y varios grupos de trabajadores. Están en pie de guerra porque es posible que se queden sin trabajo dentro de un mes. El día 1 les anunciaron un expediente de despido colectivo y el martes pasado, que la planta cerrará en enero si el Ministerio de Industria no garantiza precios de la energía competitivos.

Pero entre ese rifirrafe entre Gobierno y Alcoa hay 395 personas con nombres y apellidos de plantilla directa. Como David Barreira, Pablo Pan, Yago Mariñas, Carlos Pérez y Marián Anido, una de las cuatro mujeres operarias que trabajan en la factoría, directivas al margen. Formaban parte del retén de guardia de ayer a mediodía.

La elección de los cinco es puramente casual, pero resulta que todos son jóvenes, muchos con hipoteca, con hijos y casi todos han trabajado solo en Alcoa. Han vivido ya un ERE, el que se aplicó en el 2012, pero fue temporal y pasaron en casa un período breve de tiempo. Pero ahora se enfrentan al posible cierre de la fábrica y al paro.

«Tengo dos hijos y algo tendré que hacer para seguir en el mercado laboral, pero de momento no me lo planteo», explica Carlos Pérez. Sus compañeros tampoco se han atrevido a hacerse la terrible pregunta: «¿Y ahora qué?». Quizá porque quieren ser optimistas y pensar que todo se resolverá al final. Porque siempre había sido así hasta ahora. «Ya cuando entré hace 10 años me decían que no me preocupara si oía que la empresa iba a cerrar, algo que solía suceder», recuerda Carlos. Han convivido con la amenaza casi permanente y parecía que nunca iba a pasar nada. Hasta ahora. La compañía ha iniciado consultas formales con los sindicatos para negociar el expediente. La dirección asegura que todo se frenará en seco si logra energía barata, pero el tiempo se agota. Pablo Pan se muestra más pesimista que sus compañeros. Sospecha que tras verle varias veces las orejas al lobo, «esta vez sí será la definitiva».

Para todos ellos, la solución está en manos del Ministerio de Industria, que, sostienen, debe garantizar que las grandes industrias sigan disfrutando de precios de la energía competitivos para que sus productos se coloquen en el mercado europeo. ¿Es una subvención? «Todas las empresas tienen subvención, aquí el problema es que las eléctricas imponen los precios que les parece pero el Gobierno tiene que garantizar que la industria pueda competir en Europa», sostiene Carlos. Todos admiten que trabajar para una multinacional norteamericana es otro mundo en el que viven a gusto. David destaca la importancia de la seguridad, un aspecto en el que hace especial hincapié la dirección. Marián, en cambio, resalta la política de igualdad: hace lo mismo que los hombres y recibe el mismo trato, también económico.

Pero desde el día 1 no trabajan igual. El desánimo manda. Y eso puede resultar peligroso en un puesto en el que manejan aluminio fundido para convertirlo en tochos sólidos.

Y hoy a Avilés

Parte de la plantilla de A Coruña acudirá hoy a Avilés a manifestarse con sus compañeros, amenazados también por el cierre. Mañana viernes, los asturianos devolverán el apoyo asistiendo a la protesta en la ciudad herculina.