La corrupción «made in Spain» alerta a los inversores extranjeros

Cristina Porteiro
Cristina Porteiro CORRESPONSAL EN BRUSELAS

ECONOMÍA

El capital se resiste a abandonar un mercado tan goloso como el español. Las cifras de la Comisión Europea desvelan que solo el 1 % de la licitación pública se concede a extranjeros

24 nov 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

Tensiones geopolíticas, estancamiento económico o disputas nacionales. Todo afecta al ánimo del inversor. Los escándalos y la percepción de la corrupción inclinan la balanza del capital a la hora de elegir destino, pero parece que en esa balanza el goloso mercado español del ladrillo y las infraestructuras están haciendo contrapeso. ¿Afectan las corruptelas a España? ¿Huyen los inversores por falta de confianza?

La desprestigiada «Marca España»

El golpe principal lo ha encajado la Marca España, que a estas alturas lleva el sello en el exterior del caso Bárcenas, Gürtel, Nóos, Brugal, el escándalo Pujol, las tarjetas black, los ERE de Andalucía, la operación Púnica y un largo etcétera de fraudes, sobornos, cohechos y malversaciones de fondos públicos que han escandalizado a la mismísima Comisión Europea, muy reacia a pronunciarse en público sobre lo que considera «una cuestión nacional». Pero Bruselas también se muestra preocupada detrás de los focos por la inestabilidad política que puede surgir en un país que apenas ha comenzado a levantar cabeza tras la peor crisis económica en los últimos tiempos. El pasado año un informe filtrado a la prensa reveló la desazón del Ejecutivo comunitario por el caso Bárcenas que salpicó a los más altos puestos del Gobierno español. Bruselas advirtió entonces de que los inversores seguían atentamente la situación. El temor a una huida del capital extranjero planeó sobre Madrid mientras la prima de riesgo española volvía a despuntar encareciendo el precio de financiación en los mercados que parecen acostumbrarse al goteo de la corrupción made in Spain.

Poco ha ayudado desde entonces la imagen proyectada por España en los principales medios internacionales que se hicieron eco en sus portadas de los sucesos más bochornosos de las cloacas de la política española: «La corrupción y el despilfarro florecieron gracias a las redes oscuras de influencia que conectaban a los políticos con los banqueros y hombres de negocios, especialmente en las regiones de España. Fueron intocables durante demasiado tiempo gracias a un poder judicial semi politizado e ineficiente», fue el aplastante diagnóstico que publicó el pasado 2 de noviembre el Financial Times, la Biblia de los círculos de inversores de la City londinense. Un dardo en toda la diana. Y no es el primero que disparan. En Londres no se temen tanto los casos destapados como la escasa reacción de las instituciones para atajarlos. Hay «sensación de impunidad» ante la «rapacidad» de las élites políticas, indican desde el FT. Y lo que es más preocupante: La Justicia lleva un ritmo «glacial».

Opacidad y amaños

La propia corrupción impone barreras al desembarco de capital nuevo, ansioso por las gangas que ofrece España en el sector del ladrillo, las infraestructuras y la apertura de servicios: «Es muy, muy difícil conseguir contratos en España. Si quieres acceder tienes que estar allí ubicado y saber moverte», admite el director de Asuntos Económicos de la patronal europea de pymes, Gerhard Huemer, sin hacer alusión a los problemas de opacidad en las licitaciones públicas. Huemer apunta a más factores: la intrincada legislación europea, la logística, los permisos? Sin embargo la ínfima participación de capital extranjero en concursos públicos difícilmente se puede explicar.

Las cifras de la Comisión Europea indican que España es el tercer país de la UE con menor ratio de concesiones de licitaciones públicas a inversores extranjeros (1?%) por detrás de Polonia (0,8?%) y Francia (0,9?%). El porcentaje se dispara al 25,1?% cuando concurre el mismo inversor a través de una filial o socio español. Además indican que la mayor parte de los contratos que se conceden a inversores extranjeros son grandes concesiones. ¿Cuál es la razón? Las de menor envergadura se reservan para los acuerdos caseros donde el fraccionamiento de la cuantía de los contratos con el fin de eludir la contratación pública ha sido recurrente.

Buena parte del pastel se reparte entre amigos, especialmente de los sectores de la construcción y la gestión de residuos, actividades reguladas a través de las Administraciones regionales y locales, cotos privados para corruptelas y amaños, tal y como están sacando a la luz las últimas revelaciones de la operación Púnica. La década del bun inmobiliario ha jugado un papel muy importante en afianzar estas redes clientelares que han garantizado muchísimos contratos públicos lucrativos a cambio de comisiones y sobrecostes que ha pagado el contribuyente. No en vano, la OCDE asegura que la contratación pública es la actividad gubernamental más vulnerable al «derroche, fraude y corrupción», dado el gran volumen de flujos financieros que se manejan (13?% del PIB de la media de los países de la organización).

Y no es solo una percepción de los inversores extranjeros. Las empresas españolas reconocen que la corrupción es sistémica y también les afecta a ellas. En el Eurobarómetro del 2013, el 83?% de las compañías encuestadas (el porcentaje más alto de la UE) consideraba que la corrupción estaba «muy extendida» en la contratación pública a nivel nacional. La cifra ascendía al 90?% en los contratos gestionados por las Administraciones locales.

No todo está perdido

A pesar de todo, los inversores se resisten a abandonar el mercado español. Los esfuerzos por sanear las cuentas públicas y las entidades financieras intoxicadas por años y años de excesos en el sector de la construcción han devuelto a España parte de la confianza del capital que huyó en plena cresta de la crisis. Los inversores quieren volver atraídos por los bajos precios, las buenas ofertas y las privatizaciones. Los números acompañan. Desde enero a septiembre, la inversión creció un 38 %. Los fondos extranjeros representaron el 76 % del total: «La confianza en el país ha mejorado en los dos últimos años gracias a las reformas emprendidas y a la competitividad que ha ganado. Hay buenas oportunidades de inversión», asegura Gerhard Huemer. Sin embargo, la corrupción puede obstaculizar el camino y empañar los logros: «Afecta a la imagen del país», reconoce el alemán.