«Hemos pagado el máster más caro y lo llevamos grabado a fuego»

Manoli Sío Dopeso
m. sío dopeso REDACCIÓN / LA VOZ

ECONOMÍA

Alfonso Salazar, Manuel Dafonte e Isaías González, en un momento de la conversación.
Alfonso Salazar, Manuel Dafonte e Isaías González, en un momento de la conversación. césar quián< / span>

Empresarios de éxito vuelven a empezar con la lección aprendida del fracaso

18 ago 2014 . Actualizado a las 12:35 h.

Alfonso, Manuel, Enza... son nombres comunes con historias seguramente muy parecidas a las de cientos o miles de empresarios que lo han tenido todo, lo han perdido todo, menos el espíritu emprendedor. Ese gusanillo sigue vivo, a pesar de las deudas, el estigma social y esa rabia contenida que, en ocasiones, aflora en la conversación que transcurre en el primer piso del hotel Finisterre de A Coruña, en un reservado, en torno a una mesa redonda y unas copas de agua mineral.

«Asumo que me quiten todo, pero no mi futuro. Si no he estafado a nadie, que me dejen hacer algo». El que habla es Manuel Dafonte. Con 25 años montó la primera empresa de España dedicada a la gestión de hipotecas. La marca Duck Fin se expandió por todo el país y entre los años 2006 y 2007 llegó a tener 100 puntos de negocio, 60 empleados y una facturación por encima de los 3 millones de euros. Todo iba increíblemente bien hasta que estalló la burbuja de las hipotecas basura en Estados Unidos.

«Se había acabado el dinero y nuestro negocio, pero aún no lo sabíamos», cuenta Manuel, que de aquella dura lección que le ha dejado atrapado en las deudas «de por vida» sacó fuerzas para escribir un libro, La locura de ser emprendedor en España. Ante la imposibilidad de iniciar una nueva aventura empresarial, para la que no le faltan ideas, Manuel Dafonte se presenta en sus tarjetas como asesor de emprendedores y da lecciones a través de su asesoría digital Sells Plus.

Cuando el ERE era un tabú

Manuel reflexiona sobre lo mucho que han cambiado las cosas en los 6 años largos de crisis. «En el año 2007 la palabra ERE era tabú, no había abogados especializados, el desconocimiento sobre el proceso concursal era total, la crisis no estaba profesionalizada. Ahora hacer un ERE o pedir concurso es de lo más normal», afirma.

Frente a Manuel está Alfonso Salazar, una víctima declarada de decisiones urbanísticas que llevaron al crac a la constructora Procorsa que creó con tan solo 23 años. Su quiebra, en el 2009, dejó en el paro a 60 trabajadores. Sigue en activo a través de la Asociación de Emprendedores de Galicia (Asega) y tal vez en algún próximo proyecto vinculado a la construcción.

¿Por qué volver a emprender? «No se hacer otra cosa que buscarme las castañas», afirma. Asegura que su experiencia ha sido dura, como la de muchos empresarios con los que mantiene contacto. «Después de lo que hemos vivido, sería bonito que cuando nos muramos, nos abrieran como a una rana para ver lo que hay dentro. Esto te lo comes tú solo. Somos gente que se sacude el polvo y tira para delante», afirma Alfonso, que no oculta su malestar con el «sistema», como el lo denomina, que está «abocando a mucha gente que quiere iniciar una actividad a situarse en la clandestinidad», asegura.

Volver a intentarlo pese a todo

Alfonso frunce el ceño y se muestra acalorado: «Hemos pagado el máster más caro que hay y lo llevamos grabado a fuego, hemos perdido familias, afrontado situaciones económicas muy complicadas». Y aún así, asegura que quiere volver a intentarlo.

Manuel asiente. «No se quiere una segunda oportunidad para estafar». A lo que Alfonso añade: «La crisis se ha llevado la oportunidad de emprender de forma rentable. Yo lo que quiero ahora es montar un negocio pequeño, empezar desde abajo, sin financiación, sin bancos de por medio, vivir de lo que hago, y que me dejen en paz», dice.

Junto a los dos anteriores está Isaías González, abogado y administrador concursal, conocedor de la situación por la que atraviesan en estos momentos centenares de empresarios en Galicia. Relata el caso de Enza, una amiga y clienta que ha pasado de regentar una empresa próspera, Maderas Cubiero, con una facturación de 15 millones de euros y 40 trabajadores en nómina, a una pastelería. «Reinvertía todo en el negocio, avaló personalmente la empresa y ahora los activos se han vendido por menos de 400.000 euros», cuenta.

Un problema social

Isaías asegura que detrás de cada concurso de acreedores hay un drama personal y familiar que se perpetúa en el tiempo, «porque las deudas siguen ahí aunque la empresa haya cerrado, aunque la gente ya no tenga vida». En este sentido, apela a la concienciación social del problema. «Se ha visto el impacto de la crisis en los parados y en los desahuciados, pero nadie habla de los emprendedores que lo perdieron todo, todo lo que tenían, apostando por su negocio», explica.

El abogado, que imparte formación en asociación de emprendedores, advierte al futuro empresario de la dureza de la misión. «Hacerlo se ha convertido en un negocio, pero España no es país para emprender, te cobran antes de empezar sin ni siquiera saber si el negocio va a funcionar», concluye Alfonso.

hablan emprendedores víctimas de la crisis.