«Ocho horas asegurada y el resto, en negro»

ECONOMÍA

¿Qué está ocurriendo en este país cuando se proponen sin ningún tipo de escrúpulos condiciones laborales ilegales y nadie se pone colorado?

06 jul 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

En este país, España, hay casi más negros que blancos. Me refiero a los salarios. Mari Carmen es una mujer latinoamericana que pidió empleo en un restaurante-cafetería. Una gran empresa teniendo en cuenta el número de unidades de negocio que tiene operativas. Llegó allí para hablar con el responsable y le dijo que estaba dispuesta a trabajar. Él comenzó a explicarle sus funciones. En la cocina, de cocinera, donde en menos de una semana tenía que aprenderse cada uno de los platos combinados de la carta y no fallar. Calamares con patatas, huevos fritos y croquetas; solomillo con patatas y guarnición de verdura; milanesa con patatas, beicon y huevo; calamares con ensalada, croquetas y trocitos de pollo... Mil combinaciones.

Ella lo escuchó y lo entendió, pese a que su castellano no es del todo perfecto. Seguidamente le preguntó sobre su horario y sobre su salario. «Ocho horas asegurada y el resto, en negro». «¿Cómo?», le espetó Mari Carmen, que creyó que en esta ocasión no había entendido bien. «Ocho horas asegurada y el resto, en negro. Trabajas de martes a domingo. Entras a las 12 de la mañana y sales a las 11 de la noche. Ya comes aquí», le explicó.

El encargado fue natural. No pretendió ser desconsiderado con una trabajadora del siglo XXI a la que estaba ofreciendo condiciones equiparables a las que había antes de la revolución industrial. Simplemente, le explicó las condiciones que la empresa a la que representaba estaba dispuesta a soportar. Se lo dijo con naturalidad porque no era la primera vez que hacía la propuesta, ni tampoco iba a ser la última.

Mari Carmen aceptó el puesto hasta que consiguió otro trabajo. Más legal -aunque no del todo- pero mucho más humano en cuanto a horario laboral se refiere.

Adriana es una joven que estuvo en la cola del paro. Trabajó de empleada de hogar, pero los niños fueron creciendo y, aunque sigue viviendo con la familia, tenía que buscar otro puesto. Legal. En dos meses lo encontró.

Teresa se quedó sin empleo. Busca otro, pero no le «interesa» darse de alta en la Seguridad Social. Lo dijo abiertamente, sin saber quién era su interlocutor (¿inspector de Hacienda, inspector de Trabajo?). Su objetivo es percibir el paro mientras le dure y, al mismo tiempo, cobrar en negro por el nuevo empleo.

Visto lo visto, lo único que cabe preguntarse es qué está ocurriendo en este país cuando se proponen sin ningún tipo de escrúpulos condiciones laborales ilegales y nadie se pone colorado. Ni tan siquiera los que tienen que perseguirlas y las conocen.

Quizá acabar con este esperpento pasa por tener la desfachatez suficiente como para ofrecer un salario que roza la miseria. De esta manera los que estemos detrás del muro de la legalidad dormiremos tranquilos.