Gran ansiedad, magra mejoría

ECONOMÍA

06 may 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Tras dos duras recesiones y un período de inestabilidad financiera como no se ha conocido otro en varias generaciones, es inevitable que la sociedad española afronte la salida del negro túnel de la crisis con un importante grado de ansiedad. Y más cuando esa salida es esquiva y muestra perfiles muy contradictorios, pues tan pronto conocemos datos que inducen al optimismo (la evolución del comercio exterior o el turismo), como se suceden los jarros de agua fría (hibernación del crédito, registros inéditos de la mora bancaria). Por su parte el Gobierno, con su casi histérico «esto va tan bien que somos la envidia de Europa» no hace sino contribuir a esa ansiedad y acaso también a un malestar creciente de amplios sectores sociales que no son capaces de atisbar tanta maravilla.

Es por eso -y también por sus muchos errores de cálculo- que conviene tomar con cierta distancia las predicciones que acaba de hacer Bruselas. En todo caso, si esta vez estuvieran acertadas, se dibujaría un escenario para el inmediato futuro en el que la recesión quedaría atrás y la reactivación poco a poco debiera ir afirmándose, aunque sin superar ritmos desesperadamente lentos: con esas cifras de crecimiento, tan solo a lo largo del 2015 se podrá hablar en propiedad de recuperación. Por el contrario, los datos del año en curso presentan muchas similitudes con la situación de la economía en la primavera del 2011, cuando la ligera reactivación que se esperaba quedó frustrada por la nueva vuelta de tuerca de la crisis europea. El recuerdo es pertinente dadas las nuevas amenazas que ahora están presentes, como el riesgo de desaceleración en mercados externos importantes como los de América Latina, hasta un eventual desabastecimiento energético.

Hay dos predicciones de la Comisión que no dejan mucho margen al optimismo. La más grave, la del empleo: en realidad, salvo el extremo voluntarismo del Gobierno, nada apunta a una verdadera recuperación. Dada la caída de la tasa de actividad, un paro del 24 % a finales del 2015, tras casi cuatro años de vigencia de la reforma laboral, sería un fracaso de primer orden de todo el modelo de política económica. Tampoco el vaticinio para el déficit público (6,1 % en el 2015) es nada bueno. Y ojo porque en este caso puede tener consecuencias efectivas, pues con ese trasfondo la Comisión difícilmente tolerará las reducciones impositivas que parecen planear Rajoy y Montoro para las vísperas electorales.

Xosé Carlos Arias es catedrático de Economía.