Los de toda la vida

José Picado PROFESOR DE MÁRKETING ESCUELA DE FINANZAS

ECONOMÍA

20 abr 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Tienen algo especial. Han llegado hasta nuestros días tras haber superado multitud de dificultades. Las empresas familiares (y la inmensa mayoría de los comercios lo son) no suelen sobrevivir el paso de dos generaciones, el momento en que los hijos del fundador tienen a su vez hijos y se abre la titularidad a demasiados herederos que hacen inviable vivir de sus ganancias. Otros negocios se han quedado por el camino por la imposibilidad de adaptarse a sucesivos cambios legislativos (sanitarios, de seguridad...), a no poder hacer frente a sus gastos fijos (alquiler) o, sencillamente porque sus productos ya no tienen demanda. Ejemplo: ya no quedan muchos consumidores de cascarilla de cacao.

Pero hay farmacias, ferreterías, librerías, mercerías y cafés, por citar algunos, que permanecen. Afortunadamente. Continúan dando con maestría una lección de los mejores valores comerciales cada día. Productos básicos, necesarios para sus consumidores cercanos, sus vecinos. Una relación cercana, en muchos casos de amistad consolidada después de años de visita frecuente a la tienda. Y, lo más importante, un tipo de venta basado en la confianza, en la seguridad que aporta la estabilidad, en que el negocio ha permanecido y quiere continuar dando el mejor de los servicios. Confianza en la calidad de los productos, en el servicio ofrecido. Son comercios con cara y ojos, fiables, ajenos a la moda surgida de un plan de márketing efímero. Muchos con el encanto de su decoración y de un estilo vintage que no hay que reproducir, que es de verdad, de toda la vida.