El cerco recrudece su guerra

Mario Beramendi Álvarez
Mario BERAMENDI SANTIAGO / LA VOZ

ECONOMÍA

Álvaro Ballesteros

Graves incidentes con la policía en Santiago, con decenas de heridos y tres detenidos

12 mar 2014 . Actualizado a las 10:58 h.

Nada hacía presagiar el violento desenlace de la protesta que el cerco había convocado ayer en Santiago. Mujeres y niños acompañaban a los tripulantes. Y el propio sector había mostrado su disposición a manifestarse con tranquilidad tras los altercados de Vigo. Tenían el permiso de la Delegación del Gobierno. Y la marcha partió pasadas las once desde la plaza del Obradoiro hasta San Caetano, sede de los servicios centrales de la Xunta. Cuando el millar de manifestantes llegaron hasta allí, el cordón policial blindaba la entrada del edificio. Fue entonces cuando el sector se quejó de que se le había alterado su ruta y los ánimos se caldearon. Hasta hubo algunos forcejeos con las fuerzas de seguridad.

Contra todo pronóstico, y sin comunicación previa a la Delegación del Gobierno, los manifestantes decidieron ir hacia el Parlamento. Por el camino tiraron contenedores. Y cuando llegaron a la calle Hórreo esquina República Arxentina, a unos 200 metros de la Cámara gallega, volvieron a toparse con varias hileras de antidisturbios, perfectamente alineadas. Pasaba ya de la una de la tarde.

Mientras una delegación de representantes del cerco accedía al interior del Parlamento gallego para negociar con los grupos políticos, los manifestantes, permanentemente custodiados, optaron por hacer una sentada. Ya casi no había familias con niños. Y muchos tripulantes habían entrado en los bares cercanos.

Tras más de dos horas al sol, la tensión fue en aumento. Los manifestantes prendieron fuego a varios contenedores. Y empezaron a lanzar cascos de cerveza contra los antidisturbios. Después de un período de cierta calma, la policía inició la primera carga. Y luego se desató una batalla campal. Los antidisturbios, protegidos con escudos, trataban de repeler las embestidas de los manifestantes con pelotas de goma. Y los marineros lanzaron de todo: sillas de los bares, piedras, adoquines arrancados del pavimento y cascos de las cervezas que algunos habían estado bebiendo.

Tres detenidos, según la Delegación del Gobierno -que a última hora quedaron en libertad, aunque con cargos-, fue el desenlace de una protesta que acabó con decenas de heridos, ocho de ellos policías. Los diputados del BNG Francisco Jorquera y Montse Prado trataron incluso de impedir que cuatro antidisturbios inmovilizaran y detuviesen a uno de los manifestantes. La representante nacionalista, que incluso forcejeó con la policía, gritaba: «¡Só queren comer, só queren comer!».

Hasta el lugar de los hechos, a escasos metros del Parlamento, también se habían acercado los diputados de Alternativa Galega de Esquerda (AGE) Xabier Ron y Antón Sánchez. Tras varias cargas en las inmediaciones del Parlamento, se sucedieron diversas escaramuzas por las calles del centro de Santiago. Y pasadas las cinco de la tarde, una parte de los manifestantes se reagrupaban en la Praza Roxa.

Mientras la Delegación del Gobierno insistía en que los incidentes habían sido provocados, los representantes del cerco ponían el acento en la situación desesperada de decenas de familias. «Nosotros solo estamos pidiendo que se nos escuche, que se nos reciba, y que se tomen medidas contra un reparto de cuota injusto, que penaliza a la gran parte de la flota gallega en detrimento de la del País Vasco; por eso exigimos que el ministerio establezca un reparto lineal de la xarda en función del número de tripulantes; este modelo nos lleva a la ruina», precisaba ayer Andrés García Boutureira, representante de la Asociación de Armadores de Cerco de Galicia (Acerga).

Denuncia de una diputada

Las reacciones políticas a lo ocurrido no se hicieron esperar: la diputada del BNG Montse Prado presentaba una denuncia por haber recibido un porrazo en los incidentes; el socialista Guillermo Meijón, diputado en el Congreso, solicitaba la comparecencia del ministro del Interior y la CIG pedía incluso la dimisión de Samuel Juárez, delegado del Gobierno.