«No queremos jubilarnos ni dejar de trabajar, nos echa a la calle el señor Boyer»

G. L. Redacción / La Voz

ECONOMÍA

23 feb 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Ubicada en San Andrés, una de las principales arterias comerciales de A Coruña, que ya conoció tiempos mejores que los actuales, La Marola es una mercería casi centenaria. La fundó en 1930 el abuelo de la actual propietaria, Elisa Ramón, que echará la persiana a final de año a un comercio familiar por el que han pasado ya tres generaciones. No lo hará por propia voluntad, sino forzada por el fin de un contrato de alquiler de renta antigua que, por su cuantía, le permitía seguir adelante con el negocio pese a que las ventas ya no sean las que fueron.

«No queremos jubilarnos ni dejar de trabajar, nos echan a la calle», se lamenta Elisa, que explica que desde hace meses tiene claro que no renovará el contrato de alquiler que vence el 31 de diciembre. En primer lugar, porque la renta que le podría exigir ahora el dueño del local, libre ya de ataduras legales, duplicaría o incluso triplicaría la actual. Pero, lo fundamental, «porque hace ya tiempo que quiere que nos marchemos, y el 31 de diciembre le daremos las llaves».

La comerciante matiza que, pese a que el suyo es un contrato de renta antigua «no pagamos 20 euros al mes, porque todos los años nos han ido actualizando con el IPC». Ahora abonan 500 euros, explica, aunque sabe que si se hubiesen sentado a negociar, no habrían llegado a un acuerdo para renovar el alquiler por menos de 1.000 o 1.500 euros, que en su caso se traduciría en «estar trabajando solo para pagar el local».

«Están pidiendo una salvajada», dice Elisa sobre la situación del mercado inmobiliario en San Andrés, una calle que no es ni la sombra de lo que fue hace décadas, castigada por la profunda crisis del pequeño comercio en una ciudad donde ya no resisten ni las grandes superficies. Entiende la dueña de La Marola que, con esos precios, a los propietarios que ahora consigan recuperar sus locales les será difícil volver a ponerlos en el mercado.

Liquidación

Ahora, la principal preocupación de Elisa es empezar a dar salida a toda la mercancía que tiene acumulada, por lo que ya ha colgado los carteles de liquidación, pero «la cosa va lenta» y el calendario avanza sin tregua. Faltan apenas diez meses para cerrar definitivamente la puerta del que es no solo su trabajo, sino uno de los lugares más importantes de su vida. «Aquí están mis vivencias», dice, para después recordar que este negocio es, además, un salvavidas familiar. Lo fue para ella, que se hizo con las riendas hace casi 20 años, cuando la empresa en la que trabajaba dio quiebra y se quedó en paro, pero ya no lo será para sus descendientes. Con todo, Elisa no ha perdido el humor y a los clientes que le preguntan por el cierre, les explica que «no dejamos de trabajar, nos echa el señor Boyer».