El drama está a bordo del «Eros»

María Hermida
maría hermida RIBEIRA / LA VOZ

ECONOMÍA

Alberto Suárez está intentando negociar con los tripulantes para que abandonen el barco.
Alberto Suárez está intentando negociar con los tripulantes para que abandonen el barco. simón balvís< / span>

La tripulación de un barco de un armador ribeirense vive una pesadilla en África

12 may 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Hay historias que a uno le invitan a pensar que un mundo más bonito no es posible. Y la del barco Eros está en esa lista. El drama es, desde hace tiempo, un tripulante más en este barco propiedad de un armador de Ribeira, aunque con bandera portuguesa, que lleva catorce meses atracado en Monrovia, la capital de Liberia. Hasta hace unos días estaba retenido porque supuestamente, y según las autoridades liberianas, se utilizó para pescar de forma ilegal. Pero a mediados de abril su armador y patrón, el ribeirense Alberto Suárez, logró llegar a un acuerdo con el Gobierno. Se comprometió a pagar 90.000 euros en un año para quedar libre. Así pudo regresar a Ribeira tras 22 meses lejos de su familia -estuvo catorce retenido y ocho de marea- pero su tripulación sigue allí. En el buque. Y vive una situación realmente desdichada.

Cuando el drama aún no vivía a bordo, la tripulación del Eros estaba formada por veinte personas. El único español era Alberto, el patrón. El resto procedían de países como Senegal, Guinea o Liberia. Estuvieron ocho meses de marea. Y atracaron en Monrovia en Navidad, para pasar las fiestas en tierra. Aquel tropel de marineros y maquinistas no difería mucho de los que surcan los mares de todo el mundo. Pero su historia empezó a torcerse cuando, tras volver a la faena, atracaron en Sierra Leona y el Ejército de Liberia fue a por ellos. Los acusaban de sabotaje económico al país por pescar de forma ilegal.

Primera muerte

Aunque su patrón y armador defiende a capa y espada que no hizo nada mal, que todo viene por el agente que les tramitó la licencia, tanto él como el resto de la tripulación acabaron retenidos en el puerto de Monrovia; malviviendo durante catorce meses en el muelle, comiendo arroz y poco más para no disparar los gastos. Mientras estaban en ese tira y afloja con las autoridades, intentando que el barco quedase libre y cada uno pudiese volver a su casa, se produjo la primera baja. Uno de los marineros, de nacionalidad liberiana, falleció.

El hombre tuvo una indisposición en su casa, ya que los trabajadores locales pernoctaban en su domicilio pese a estar retenidos igual que el resto. Y acabó muriendo en un hospital por causas naturales. El armador y patrón ribeirense fue quien le buscó hospital. Y recuerda lo sucedido con dramatismo: «A verdade é que tivo problemas de hipertensión e nunha semana faleceu. Non foi un accidente laboral, pero impliqueime porque era unha situación moi dura».

Lo peor es que el drama no paró ahí. El 9 de abril falleció un segundo tripulante. Y en esta ocasión las circunstancias fueron distintas. El hombre, según cuenta el propio patrón, fue a revisar la carga del barco. Es una carga en estado de putrefacción; veinte toneladas de cangrejo real que no se conservaron por falta de frío. Su estado debe ser tal que el hombre, en cuanto abrió una de las cajas, se mareó y cayó muerto.

Sigue sin repatriarse

El armador, que en aquel momento todavía estaba retenido junto a la tripulación con las autoridades liberianas, tramitó el traslado del cuerpo a un hospital, donde se llevó a una cámara de frío. Pasó ya algo más de un mes desde esa fecha y allí sigue. Alberto Suárez dice que son dos los problemas por los que el cadáver no se repatría: «Unha e por falta de cartos e outra porque as autoridades aínda non deron permiso». Él desconoce la fecha en la que el cadáver podrá viajar finalmente a su país, Senegal, donde la familia lleva un mes de duelo.

Reclamación de salarios

Si la situación del fallecido es dantesca, no menos drama hay en lo que le sucede al resto de la tripulación, un total de 17 personas. Menos cuatro, que son de Liberia y duermen en sus casas, el resto viven aún en el barco en Monrovia. Son libres para poder irse, pero no lo hacen porque reclaman sus salarios e indemnizaciones. Alberto Suárez sabe que les debe pagar sus sueldos, habla a diario con ellos y está intentando llegar a un acuerdo.

Pero el asunto todavía no está arreglado. De momento, y según él cuenta, el armador está pagando la manutención de estas personas, que sale en unos 300 euros al día porque en Liberia salir a comprar comida implica pagar peaje: «A extorsión é total, entrar e saír do porto sae caro», dice. Y así pasan los días. Alberto en Ribeira con un panorama que le supera; la tripulación anclada en Liberia. Y el cadáver en una cámara.

El 9 de abril falleció un marinero, que aún no ha sido repatriado