Merkel mira de reojo a Génova

Tomás García Morán
Tomás G. Morán BERLÍN, FRÁNCFORT / ENV. ESPECIAL

ECONOMÍA

Angel Díaz / Efe

Nadie lo admite públicamente, pero el caso Bárcenas preocupa al Gobierno alemán

03 feb 2013 . Actualizado a las 18:07 h.

España había dejado de ser un problema para Alemania. Al menos hasta el pasado jueves. El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, viajará el lunes a Berlín para reunirse con Angela Merkel, en una ronda de contactos que la canciller mantiene estos días con líderes europeos de cara al Consejo de Europa de la próxima semana. Y el mensaje alemán era claro y unívoco, según pudo constatar esta semana una delegación de periodistas españoles invitados por el Gobierno federal a conocer de primera mano cómo se nos ve desde Alemania: España está cumpliendo, el Gobierno de Rajoy ha hecho sus deberes, algunos indicadores macroeconómicos comienzan a dar la razón a los apóstoles de la austeridad, y no hay de qué preocuparse porque lo peor parece haber pasado.

Desde luego, la situación económica y política española desvela mucho menos a los asesores de la canciller que lo que ocurre en Chipre, Grecia, Italia e incluso Francia. Al menos así era hasta el jueves a media mañana, cuando las webs de todos los medios europeos comenzaron hacerse eco del caso de los papeles de Bárcenas. Desde ese momento España ha vuelto a ser un problema en Berlín, aunque ningún responsable gubernamental se atreve a reconocerlo públicamente, ni mucho menos a pronosticar en qué va a derivar el escándalo de las cuentas del PP.

Quebraderos de cabeza

Para entender las posibles consecuencias de una hipotética crisis del Gobierno español en la evolución económica de la eurozona hay que comprender los difíciles equilibrios territoriales con los que se trabaja en la sala de máquinas de la locomotora alemana. La principal preocupación en Berlín actualmente sigue siendo Grecia, incapaz de cumplir sus compromisos, y recientemente Chipre, que se ha convertido en una lavadora de dinero procedente de Rusia y está creando una nueva burbuja financiera en el Mediterráneo (el negocio bancario ya supone el 10 % del PIB del país).

Preocuparía muchísimo también una improbable victoria de Berlusconi, que está basando su campaña en un marcado discurso antialemán y amenaza con deshacer todo lo hecho por Monti si gana las elecciones de dentro de tres semanas. Y el ala más dura de la CDU de Merkel no tiene inconveniente en citar a la Francia post-Sarkozy como otro eventual foco de infección.

Pero, para España no se escuchan más que buenas palabras. El Gobierno alemán está más que satisfecho con la reforma de nuestro sistema bancario, más eficaz que en otros países que no han cumplido con lo pactado. Se felicita por la reforma del mercado laboral y la eficiencia de los diferentes sectores productivos. Detecta señales en el mercado, como el precio pagado por España en las últimas subastas de deuda soberana, que indicarían que la competitividad del país está mejorando. El secretario de Estado de Finanzas, Steffen Kampeter, informó recientemente al Reichstag de que España ha cumplido todas las promesas y ha sido convincente para los mercados.

Palmadas en la espalda

Todo son elogios para España, su situación económica y su estabilidad política (al menos hasta el pasado jueves). De modo que es de esperar que Rajoy no se lleve de Berlín otra cosa más que palmadas en la espalda.

¿Dónde estarán los puntos de fricción en la cumbre bilateral del lunes? En Alemania preocupan mucho las cifras de paro en España. Sobre todo el paro juvenil. En la agenda del lunes sin duda se discutirá sobre un asunto en el que Berlín está dispuesto a echar una mano. El Gobierno federal presume de sus sistema dual de formación profesional, una receta contra la titulitis incluida en la Agenda 2010 que se basa en el principio de que se puede ser un trabajador cualificado sin la necesidad de tener un título universitario. Ese programa de formación, que en líneas generales consiste en que los estudiantes se pasan dos días a la semana en las aulas y tres en una empresa, es la clave con la que el Gobierno federal explica por qué Alemania apenas sufre un 5 % de paro juvenil (diez veces menos que España).

Y no parece que Rajoy vaya a tener demasiado éxito con su debate sobre crecimiento y austeridad. Berlín insiste en que un impulso fiscal en el momento actual solo serviría para enviar un mensaje erróneo a los mercados, y para retrasar las reformas y trasladar al futuro las tensiones sociales que inevitablemente tendrán que soportar algunos países de la unión.

Tarea de todos

La consolidación presupuestaria y la mejora de la competitividad de la UE, opinan en el entorno de la canciller, debe de estar fuera del debate partidista. La obligación de seguir ahorrando debe de ser tarea de todos y no debe ni siquiera debatirse políticamente. También en España. Por eso en Berlín todo el mundo parece tener claro algo que quizás aún no sepan los propios afectados: cuando no esté Rajoy al frente del Gobierno, en España seguirán las reformas.