El campo se convierte en la tabla de salvación de miles de familias sin dinero

f.u. / c.c. / t.l. redacción / la voz

ECONOMÍA

El albergue de Ourense no suele agotar sus veinte plazas disponibles

27 ene 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

«Se non pasamos fame é porque temos unha horta». Lo contaba un parado de Monforte, concello en el que no es habitual ver a gente durmiendo en la calle, aunque los servicios sociales municipales y los voluntarios de asociaciones como Cáritas tienen ahora mucho más trabajo que hace cuatro años. En la agrupación monfortina de Cáritas trabajan con personas que no tienen domicilio y duermen donde pueden. Algunas son transeúntes que llegan a Monforte en autobús o en tren y se detienen lo justo para comprobar que no hay albergue y seguir su camino.

El colchón familiar está librando a muchos ciudadanos de la calle. Los parados que se han quedado sin casa por no poder pagar la hipoteca o el alquiler encuentran acomodo con familiares. Esto ocurre en Monforte y en general en todo el interior de Galicia. También en ciudades más grandes. En Lugo, por ejemplo, la presencia de sintecho en la calle solo es evidente en la estación de autobuses. Allí se ha instalado un grupo de inmigrantes rumanos en una suerte de pequeño campamento chabolista urbano tolerado por el Ayuntamiento.

En Ourense

Las circunstancias especiales de la provincia de Ourense, con el 34 % de jubilados y otro tanto de funcionarios y con un tejido industrial básicamente formado por pequeñas empresas y comercio, hace que los efectos del paro estén amortiguados. Los ourensanos a los que se les ha agotado la prestación y dependen de los recursos sociales siguen en sus domicilios o comparten habitaciones en pisos de entidades asistenciales o en pensiones. El albergue de transeúntes, con 20 plazas, ni siquiera se llena, porque Ourense no es una ciudad de paso.

En la Costa da Morte

En la Costa da Morte, los servicios sociales de los concellos y las entidades sociales sin ánimo de lucro tienen contabilizadas cerca de 900 familias sin apenas recursos económicos con los que poder subsistir. Sin embargo, ni ayuntamientos ni Cáritas ni las agrupaciones locales de Cruz Roja tienen constancia de que en la actualidad haya personas viviendo en las calles o en los cajeros de alguna sucursal bancaria. Estas familias, que en una gran parte de los casos rozan el umbral de la pobreza, tienen su colchón en el campo. Es decir, en parientes que, de alguna forma, ayudan a estas personas en la manutención, en el pago de algunos recibos e, incluso, en darles cobijo... Gracias a este apoyo, y a las pensiones percibidas por los mayores de 65 años, no se registran en la Costa da Morte los casos sangrantes que se pueden ver en las grandes urbes. El rural se ha convertido, sin duda, en la tabla de salvación de numerosas familias sin recursos en estos tiempos de crisis.