Más de 200.000 millones se fugan de España

Juan Arjona

ECONOMÍA

La huida de capitales de este año comenzó a remitir desde junio y en septiembre entró más dinero del que salió. Los depósitos bancarios disminuyeron un 11,2 % en nueve meses. Mejora la inversión extranjera directa

04 jul 2022 . Actualizado a las 09:57 h.

El dinero cruza las fronteras por diversos motivos: pagar los productos importados, establecer industrias en otros países, invertir en bolsas o bonos extranjeros, buscar climas fiscales más benignos o, simplemente, poner los caudales a buen recaudo al percibir las primeras señales de peligro. Y levanta el vuelo por los motivos opuestos: cuando la rentabilidad mengua o el riesgo aumenta.

Cada una de esas motivaciones puede ilustrarse con numerosos ejemplos. El actor francés Gérard Depardieu se exilia en Bélgica, huyendo del impuesto que Hollande impuso a las grandes fortunas, porque el patriotismo está limitado por el bolsillo. Banqueros y políticos españoles abren cuentas en Suiza porque no se fían de la solvencia del país que gestionan. Irlanda, en sus buenos tiempos, se ganó el apelativo de «tigre celta» porque las rebajas fiscales convirtieron a la isla en tierra de promisión para las grandes multinacionales.

Entre la codicia y el miedo

Los factores que impulsan el enorme trasiego de capital financiero a lo largo y ancho del planeta, favorecido por la demolición de barreras efectuada por la globalización, son múltiples. Pero pueden resumirse en dos: la codicia y el miedo. Es decir, los tipos de interés y el grado de riesgo. Se trata de un matrimonio mal avenido, cónyuges que mantienen inclinaciones contrapuestas. Los tipos de interés funcionan como un poderoso imán: cuanto más elevados, mayor capacidad de atraer dinero, pero también mayor riesgo. La aversión al riesgo funciona a la inversa: ofrece menor rentabilidad al dinero, pero lo atrae prometiéndole mayor seguridad.

En España, en el último año y medio, el miedo ha prevalecido sobre la codicia. Se ha impuesto la desconfianza en la solvencia del país. El dinero prefiere, por poner un ejemplo, refugiarse en un bono alemán o en una cuenta suiza, aunque sea penalizado con una menor retribución. En los primeros nueve meses de este año huyeron de España 216.174 millones de euros, equivalentes a más del 22 % de la riqueza generada anualmente por la actividad económica. Hablamos de cifras netas, que reflejan el saldo entre entradas y salidas de fondos, excluyendo los activos frente al exterior del Banco de España, según constan en la cuenta financiera de la balanza de pagos.

El pasado 10 de octubre, el Fondo Monetario Internacional (FMI) alertaba de la fuga de capitales «a gran escala» en España. La cifraba en alrededor de 300.000 millones de euros en el período comprendido entre junio del 2011 y el mismo mes del 2012. Solo en Italia encontraba la institución una hemorragia similar, aunque menor en números absolutos y mucho más reducida si ambas eran medidas en porcentajes de los respectivos PIB.

No hay contradicción entre los datos del FMI y los que hoy presento. La discrepancia desaparece al homogeneizar los períodos de análisis. El FMI incluso se quedó corto: entre junio del 2011 y junio del 2012, las salidas netas de capitales de España superaron los 316.000 millones de euros. Esa gigantesca evasión de dinero, insostenible a corto plazo, denotaba una absoluta pérdida de confianza en la economía española. A ella se refería Peter Praet, economista jefe del BCE, en recientes declaraciones al periódico francés Le Figaro: «La desconfianza era tal que, dentro de un mismo banco español, los dirigentes se las arreglaban para colocar la liquidez en filiales en el extranjero, además de los depósitos de los particulares, que también emigraban».

Dique de contención

La riada, al menos momentáneamente, se ha detenido. A partir del pasado verano comenzó a adelgazar el flujo migratorio y en septiembre, por primera vez desde hacía catorce meses, entraba en España más dinero del que salía. Concretamente, 30.998 millones de euros más.

¿Qué sucedió en el verano para que el dinero, cobarde por naturaleza, comenzase a perder el miedo a España e iniciara el retorno en septiembre? Fundamentalmente, dos cosas. Primero, la decisión del Gobierno, adoptada en junio, de solicitar ayuda para recapitalizar las entidades de crédito, unida al compromiso de la Unión Europea de avanzar hacia la unión bancaria. Segundo, el anuncio de que el eurosistema intervendrá en los mercados de deuda soberana de los países que lo soliciten. Sobre esos cimientos se construyó el dique que, en los últimos meses, ha contenido la masiva fuga de capitales. Resta por saber, ahora que el Gobierno intenta eludir la petición de rescate, si la presa resistirá los embates que sin duda le esperan.

Aun contabilizando las alentadoras cifras de septiembre, las salidas netas de fondos de la economía española superaron los 200.000 millones de euros en los nueve primeros meses del año. ¿Quiénes se los llevaron? La cuenta financiera sitúa el mayor foco de fuga bajo el epígrafe «Otra inversión», que incluye, sobre todo, préstamos, depósitos y repos (activos que la entidad vendedora se compromete a recomprar a determinado plazo). Por esa vía de agua se escurrieron, en los tres primeros trimestres del año, casi 160.000 millones de euros, 3,6 veces más que todo el capital huido en los doce meses del 2011. Conviene, a la vista de la enorme envergadura de esa cifra, comprobar si responde a una masiva retirada de fondos bancarios y su recolocación en el extranjero.

Los depósitos bancarios

Entre enero y septiembre, los depósitos de las instituciones financieras y monetarias españolas, que suponen alrededor del 42 % de su pasivo total, pasaron de 1,73 billones de euros a 1,54 billones. Los clientes retiraron cerca de 195.000 millones de euros, el 11,2 % de los depósitos del sistema. Eso no quiere decir, obviamente, que todo el dinero retirado viajase al extranjero. Tuvo, en gran medida, otros destinos: el gasto para suplir la disminución de la renta, la amortización de deudas o simplemente la reinversión en productos financieros distintos al depósito a la vista o a plazo. No faltaría incluso quien, desconfiando del banco de turno, optase por guardar su dinero debajo del colchón. Pero también hubo quienes decidieron expatriar sus ahorros, como reconoce el propio servicio de estudios del Banco de España: «Se ha producido igualmente un cierto desplazamiento hacia depósitos en el exterior, aunque por un importe moderado».

Otro dato significativo: son los extranjeros -o los españoles que viven fuera- quienes menos confían en la solvencia del sistema financiero español. Los residentes en el exterior recuperaron más de la mitad de los fondos depositados en las entidades españolas -92.295 millones de euros- durante los nueve meses de referencia. Los residentes en España retiraron «solo» el 6,6 % de los suyos -102.592 millones- en el mismo período. Y si circunscribimos el campo únicamente a las familias y empresas residentes en España, su responsabilidad en la merma de depósitos bancarios todavía se reduce más: 17.464 millones, lo que supone un descenso del 2 %.

¿Qué conclusiones pueden extraerse de estos datos? La primera y más obvia: el temor a perder el dinero en España anida más en el extranjero que en el solar hispano. La segunda: pese a la gigantesca fuga de capitales, el miedo de los ahorradores no ha derivado en el pánico que conduce a una retirada masiva de fondos. La tercera: tal vez una cantidad importante de ahorro no ha emigrado por falta de oportunidades. No todo el mundo, aunque quiera, puede abrir cuentas en Suiza en cuanto siente amenazado su dinero.

Cara y cruz de la inversión

La segunda rendija de escape de fondos son las inversiones de cartera. Por ella se han colado al exterior 70.275 millones de euros en los nueve meses analizados. También se trata de un saldo: los inversores en renta fija o variable sacaron del país 83.643 millones, cantidad solo parcialmente compensada con los 13.368 millones que entraron, procedentes de las desinversiones españolas en el exterior. En su búsqueda de la rentabilidad a corto plazo, esos capitales de naturaleza volátil dieron la espalda a la bolsa o a los bonos españoles, si bien ya a partir de agosto se registró un cambio de signo y las entradas volvieron a superar a las salidas.

De los cuatro grandes componentes que integran la cuenta financiera de la balanza de pagos, hubo dos -derivados financieros e inversión directa- con saldo positivo. Especial atención merece la inversión directa por tratarse de inversiones empresariales que, a diferencia de los flujos de capital especulativo, tienen vocación de permanencia. Por tanto, los resultados obtenidos este año deben valorarse como sintomáticos de un ligero repunte de la confianza en la economía española.

Entre enero y septiembre, la inversión extranjera directa ascendió a 14.675 millones de euros, cifra que duplica con creces la registrada en el mismo período del año anterior. Si a ese volumen de dinero entrante le deducimos la inversión española en el exterior -6.197 millones en el período de referencia-, el saldo indica que, por esa vía, hubo entrada neta de capitales por valor de 8.478 millones de euros.

A modo de resumen, la cuenta financiera refleja una gigantesca fuga de capitales entre los dos últimos veranos, motivada sobre todo por la retirada de los inversores de la periferia europea, y una paulatina recuperación en los últimos meses.