La de Bankia, una historia que empezó mal y acabó peor

mercedes mora REDACCIÓN / LA VOZ

ECONOMÍA

Un sinfín de despropósitos auspiciados por el Banco de España y dirigentes políticos

11 may 2012 . Actualizado a las 13:24 h.

¿Cómo es posible que una entidad, cuyo pilar principal -Caja Madrid- figuraba hasta hace apenas un lustro entre las más solventes del panorama financiero español, haya acabado siendo engullida por el Estado? La pregunta lleva cuatro días retumbando en la cabeza de muchos. Incluso en la de algunos que se han curtido en mil batallas financieras. Y no precisamente porque desconozcan la respuesta: se la ha tragado el ladrillo. Guarda en sus entrañas 31.798 millones de euros de activos problemáticos vinculados al ladrillo. Nada más y nada menos que el 17 % de la toxicidad que circula por las venas de la banca española. Una pesada losa que ha acabado por sepultarla. El que algunos no consigan salir del asombro tiene más que ver con el sinfín de despropósitos que han desembocado en la nacionalización de Bankia. Un desenlace, en el que ni el Banco de España ni los dirigentes políticos están libres de culpa. Aquello del refranero popular: «Entre todos la mataron y ella sola se murió».

Todos otorgaron su bendición a una fusión a la que muchos no le veían ni pies ni cabeza, y a los que el tiempo les ha dado la razón. Y, lo malo es que la de Bankia no ha sido la única operación ilógica a la que se le han dado alas desde la madrileña calle Alcalá -sede del organismo supervisor- y desde los despachos políticos, al tiempo que se zancadilleaban otras con todo el sentido del mundo. Sin atisbo alguno de rubor.

Con ese mirar para otro lado, lo único que consiguieron es que el problema engordara, y engordara. Alumbraron un verdadero gigante, capaz de poner en peligro a todo el sistema si caía -entidad sistémica, la llaman los expertos. Y tenía los pies de barro.

Bankia nació de una fusión política de siete cajas de ahorros: Caja Madrid, Bancaja, Caja de Canarias, Caja Ávila, Caja Segovia, Caixa Laietana y Caja Rioja, con unas ayudas públicas de la primera fase del Fondo de Reordenación Bancaria (FROB) de 4.465 millones de euros. Pero su columna vertebral: Caja Madrid y Bancaja, estaba carcomida por la crisis. En los dos casos, pero sobre todo en el de Bancaja, porque la explosión de la burbuja inmobiliaria la alcanzó de lleno. Y en el de la madrileña, además por el impacto de la recesión en las capas de población con menores recursos, tradicional receptor de sus créditos. Pero, no importaba. Lo importante entonces era fusionarse, a cualquier precio, obsesionado como estaba el gobernador del Banco de España con las fusiones. A su juicio, la solución al problema. No anduvo muy acertado.

En cualquier caso, y aunque ahora a Ordóñez le lluevan las críticas desde las filas del PP, desde donde se le acusa de ser el culpable de la crisis de Bankia por obligar a Rato a tragar con Bancaja, no hay que perder de vista que quien estaba y está al frente de la caja levantina es José Luis Olivas, expresidente popular de la Generalitat Valenciana. El mismo que tuvo que abandonar a toda prisa la vicepresidencia ejecutiva de Bankia tras la intervención del Banco de Valencia, entidad que él mismo presidía, en noviembre del año pasado. Una operación que ha supuesto la inyección de mil millones de euros para asegurar la viabilidad de la entidad y de otros 2.000 para garantizar la liquidez. Su subasta ya está en marcha

Desastrosa salida a Bolsa

Pero los despropósitos no acabaron ahí. Obligada por el Banco de España y el Gobierno de Zapatero, Bankia debutó en la Bolsa en julio del año pasado. Rato nunca debió de haber pasado por ese aro, con el mercado en uno de los momentos más delicados de su historia. Ahí fue donde, para muchos, acabó de cavar su tumba y la de la entidad que pilotaba.

El objetivo no era otro que recuperar el favor de los mercados hacia España, en general, y hacia la banca, en particular. Y lo que se consiguió fue todo lo contrario. Por no hablar de que la operación atrapó a miles de accionistas, 400.000, para ser exactos. La mayoría pequeños ahorradores, que estos días se deshacen a toda prisa de sus títulos, con abultadas pérdidas en la cartera.

Con todo, y para acabar con algo de buen sabor en la boca: al menos, la patata más caliente del sistema financiero español ya está sobre la mesa. Otra vez el refranero: «Más vale tarde que nunca».

análisis La cuarta entidad del país, nacionalizada