Margoth Albira, de 53 años, es una más de un numeroso grupo de extranjeros que se decidieron a emigrar a España pensando en un país con más posibilidades de encontrar un empleo que en el que nacieron, Colombia en su caso. A su llegada, hace 8 años, la situación fue tal como la había imaginado, pero con la crisis modificó sus perspectivas.
«He trabajado como camarera en un hotel, prestando ayuda a domicilio, cuidando a personas mayores... Antes se conseguían este tipo de trabajos con mucha facilidad, pero se me acaba de terminar el subsidio por desempleo y no hay manera de encontrar nada», explica.
Matrimonio en paro
Mientras, su marido William Lemos, de 51 años y también en situación de desempleo, se reunió con ella en España hace 5 meses, aunque no ha corrido mejor suerte. «No hay mucha esperanza, visto lo visto, quién sabe cuándo encontraremos un trabajo», dice Lemos.
El matrimonio subsiste gracias a «algunos trabajos por horas que van saliendo, pero muy aislados y sin darse de alta en la Seguridad Social», explica Margoth. Sus respectivos hijos -no tienen ninguno en común-son ya «mayores» y no viven en España. «Por suerte, ellos ya se arreglan por su cuenta y eso supone un alivio para nosotros», señalan.