Una portada de elegancia señorial da entrada al jardín

francisco rubia LALÍN

LALÍN

Está construido con bloques de sillería montados a hueso

03 may 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

La portalada de entrada al jardín que precede al palacio de Liñares, es un elemento arquitectónico que merece destacarse por ser la primera toma de contacto con la grandiosidad del conjunto.

En Liñares la traza del portalón sacrifica ostentosidad en aras de sencillez y elegancia señorial. Este lugar era llamado de antiguo el portal. Se abre interrumpiendo el muro de cerca, levantado en mampostería lugareña y piedra reutilizada.

El pormenor arquitectónico más destacable de este muro de cierre es la decoración de la esquina, que marca el camino de la entrada secundaria al pazo. Los sillares que la componen presentan resalto sobresaliente del muro y placas recortadas en cada uno de los extremos.

La cadena de sillares de esquina está rematada por seudo capitel con cornisa moldurada, guardando similitud con la cornisa del portalón. La visión angular es la de una pilastra con su basa y capitel. Este refinado detalle arquitectónico pasa por lo general desapercibido.

Reseña constructiva

El portalón es de una ejecución cuidada. Está construido en lienzo de sillería realizado con piedras talladas predominantemente colocadas a soga. Otros sillares se disponen atravesando el muro a tizón para trabar y estabilizar el conjunto.

En esta obra de sillería todos los bloques se hallan montados a hueso, sin ningún tipo de argamasa, formando un todo sólido y resistente. Su disposición sigue fielmente la ortodoxia en hiladas o estratos horizontales.

En el centro se abre la puerta de entrada (208 centímetros de ancho x 300 de alto) a la que recorre en todo su perímetro un marco de guarnición. En los extremos del dintel presenta ensanchamientos con los clásicos acodos u orejeras (marco de orejeras), propio de la ornamentación barroca, modelo que mantuvo notables pervivencias en el siguiente período del neoclasicismo. En este caso tiene la sutileza de tener los bordes de los acodos en forma de placa recortada.

Sobre el dintel hay dos rollos o típicos cilindros labrados en altorrelieve, elemento característico barroco del «estilo de placas» que viene a reforzar de forma destacable el estilo tardo-dieciochesco de la construcción.

Otros elementos de la tipología decorativa

El portalón está enmarcado, a partir de media altura, por una estrecha pilastra embebida en el lienzo con poco resalte que tiene en su parte inferior como ornamentación una ménsula-placa terminada en semicírculo.

La utilización de estos elementos decorativos recortados del último y originalísimo barroco gallego denominado de placas (Bonet Correa) alcanzó su cima con el prestigioso arquitecto santiagués Simón Rodríguez (1679-1752).

Para José María de Azcárate, Simón Rodríguez es el maestro «más representativo que, en cierto modo, puede ser considerado como el creador de esta tendencia en la arquitectura barroca compostelana».

En el portalón del pazo se aprecia claramente que fueron recientemente sustituidas algunas piezas importantes. Una inspección del paramento algo más detenida nos revela la presencia de sillares reutilizados de anteriores obras de fábrica, y mechinales tapiados situados en la misma línea de hilada, que sirvieron de alojamiento a las cabezas del andamiaje cuando se estaba construyendo.

Remata el lienzo un cornisamento volado, de perfil moldurado en caveto y terminado después en corona, compuesto por piezas cortas. La cubrición es mediante una tapa a cuatro aguas o faldones, que presenta una elegante traza.

Remates ornamentales de diseño original

Los remates laterales se encuadran estilísticamente dentro de los llamados bolas de coronamiento en piedra. Están inspirados en formas naturalistas, de perfil bulboso ligeramente facetado, apuntado y liso -recuerda a la bellota desnuda desprovista de la piel y de la cúpula- sobre un cuerpo cilíndrico o tallo que termina en una pequeña basa cuadrangular. Ambos asentados en peanas molduradas.

El pináculo central adopta la forma de figura piramidal estilizada, a modo del cuerpo de un pequeño obelisco (similar a los de la fachada y plaza de la Azabachería en Santiago de Compostela). Su posición con respecto a la frontabilidad de la portalada es oblicua, presentando la arista al observador.

Este pináculo tenía en origen un pie cilíndrico con una pequeña basa cuadrada (semejante a la de los laterales) elemento que resaltaba su agudeza y embellecía la imagen de conjunto, restándole horizontabilidad.

En las últimas obras fue rehecho sin pie y sin basa. Seria deseable que se restituyera a sus volúmenes originales, recuperando su esbelta estampa.

La ornamentación con obeliscos se utilizó en el último tercio del siglo XVIII adentrándose hasta principios del XIX, siendo por lo tanto clasicista.

Tornaruedas en las jambas para facilitar el paso de los carruajes

La puerta que se conservó hasta el siglo XX era de gruesa madera de castaño y estaba pintada de encarnado (rojo inglés), color que era también empleado para las puertas de la robleda. Según se desprende de la documentación manejada la pintura se compraba en Silleda y solía rarearse con aceite de linaza.

Este tipo de cierre con puerta maciza, era el modelo común en los pazos por razones de seguridad, al estar fortificada por el interior. Otra razón no menos importante era preservar la intimidad, a la que solían acompañar al portalón muros de cerca altos inaccesibles a la mirada curiosa.

El cierre con puerta de madera fue sustituido por la actual verja de hierro, que es moderna y no guarda sintonía con el estilo del portalón. Había sido colocada por los anteriores propietarios, de los que conserva las iniciales de sus nombres en el panel inferior.

Las jambas tienen a sus pies torna ruedas de piedra. A juzgar por las marcas de puntero en las partes inferiores de los frontales, fueron repicadas. Su misión era encauzar las ruedas de los carruajes y evitar que a su paso prendieran en las aristas.

A ambos lados de la entrada existen dos asientos de piedra adosados al muro, meramente funcionales, que por su naturaleza rústica contrastan y desentonan con la elegancia de la portalada.

Por la parte interior presenta abocinamiento en el vano para facilitar mayor apertura de las hojas. Esta cara tiene algunos defectos constructivos (sillería sobre mampostería y saltacaballos). En los extremos del lienzo de sillería se dejaron adarajas o dentillones para trabar con los mampuestos del muro.

La puerta principal de acceso al pazo es de traza sencilla. El dintel está compuesto por bloques de piedra, llamados, como en los arcos comunes, dovelas. El central correspondería a la clave, que por sus ensanchamientos en la parte superior es la llamada calve de empotramiento, ideada para impedir posibles deslizamientos. Los escalonamientos que presentan las caras de junta del dovelaje son también para asegurar que no se produzcan corrimientos. Todas estas características sitúan esta construcción en la llamada de arco adintelado, empleado por su resistencia limitada para cubrir los vanos de puertas que no tienen excesiva anchura (201 cm. en este caso).

La puerta tenía a la entrada una gruesa losa de cantería a modo de escalón, para evitar la entrada de agua al interior, y a ambos lados dos improvisados bancos de piedra montados con piezas desechadas. El situado a la derecha estaba algo más alejado, bajo al amparo del balcón.

Disponía de un bello llamador de hierro forjado (posiblemente salido de una antigua y afamada herrería pontevedresa) que representaba a un felino estilizado en marcha, con la cola vuelta sobre la espalda. La cabeza, que es el asidero, estaba coronada de tres picos. Bajo la pata delantera izquierda, una bola actuaba de llamador. Su color negro contrastaba sobre el fondo verde.

La madera de la puerta y su disposición abocinada, actuaba como caja de resonancia en el espacio vacío del azaguán o portal de entrada, haciendo que los golpes fuesen perfectamente audibles en el interior y en la distancia.

Posteriores artículos

Sobre la vertical de la puerta, creando el centro de atención de esta fachada, se halla el artístico frontón sobre el que campea el escudo de armas de la Casa, coronado por esbeltos pináculos de bola. Por su relevancia lo trataremos pormenorizadamente en otra publicación, donde nos adentraremos en partes arquitectónicas que atesora la mansión en su interior, entre las que cabe destacar la escalera de honor y la logia, también llamada galería.

Este mirador, que nos traslada a los palacios renacentistas italianos del Véneto, es el elemento arquitectónico de mayor relevancia, más bello y emblemático del palacio señorial de Liñares.

El antiguo llamador de hierro forjado representaba un animal estilizado