Un hogar surgido en mitad de la nada

Rocío García Martínez
rocío garcía A ESTRADA / LA VOZ

FORCAREI

Acondicionan un refugio en la aldea abandonada de Grobas, en Forcarei

29 ene 2016 . Actualizado a las 07:37 h.

Hace casi medio siglo que no vive un alma en Grobas (Forcarei). En el pasado la extracción de estaño y la venta de carbón de roble hicieron de Grobas una aldea próspera. Pero la luz y el asfalto nunca llegaron y la vida se fue apagando en un pueblo perdido en mitad de la Serra do Candán. La civilización estaba a cinco kilómetros monte arriba. Y cinco kilómetros son demasiados para ir a diario a la escuela o para llevar a un muerto al cementerio. En 1969 se fue la última familia y la aldea quedó abandonada oficialmente.

Sin embargo, en pleno siglo XXI, la aldea ha vuelto a la vida. Paradójicamente, la ausencia de vías de comunicación que condenó a muerte a Grobas se ha solucionado con la construcción del parque eólico del Candán. La pista que conduce al último aerogenerador deja al explorador a tiro de piedra de la aldea. El camino restante es empinado, pero el esfuerzo vale la pena.

Por eso ahora senderistas y amantes de la naturaleza peregrinan allí buscando la paz absoluta de la que otros huyeron. Cuando llegan, muchos se sorprenden al ver una bandera amarilla que destaca entre el paisaje virgen del valle. Señala un refugio que algún filántropo se encarga de equipar para que quienes llegan a Grobas tengan siempre un hogar donde cobijarse.

Cerillas, aceite y otros productos básicos. El inmueble es precario, pero para quien no necesite lujos está listo para entrar a vivir. En las alacenas pueden encontrarse tazas, platos, ollas y cubiertos. También productos básicos. Hay cerillas, sal, aceite y vinagre y hasta cacao. Quien haya dispuesto todo sabe lo que hace falta para sobrevivir en una casa.

Un refugio con bandera amarilla. La aldea abandonada de Grobas está perdida en la Serra do Candán. Se esconde en un valle fértil protegido por el alto de San Benito y el Monte Coco. Desde 1969 es una aldea fantasma, pero una bandera amarilla conduce al visitante curioso a un refugio que alguien se ocupa de mantener en medio de la nada. fotos miguel souto

Mobiliario sencillo pero práctico. En el interior de la cabaña -abierta siempre al forastero- hay varias mesas y bancos construidos con rústicos tablones de madera. No son muebles de diseño, pero son una buena alternativa para descansar o tomar un tentempié.

Velas, leña y parrilla para cocinar. El refugio no tiene luz, pero a cambio ofrece velas para iluminar la estancia y leña para hacer fuego. Por si alguien se lleva comida o es capaz de cazar algo en la sierra, también hay una parrilla y hasta trinchadores de carne.

Ocho normas que cumplir. A cambio del alojamiento gratuito, solo se pide un poco de civismo: fregar la loza, llevarse la basura, cerrar la puerta al marchar o no robar nada.