Historia de peregrino sin cartera que no se sintió solo en Silleda

P. V. LALÍN / LA VOZ

DEZA

José Tábora, en el establecimiento.
José Tábora, en el establecimiento.

Se halló sin dinero comprando en Tábora. José creyó la pérdida y le dio 20 euros. La buscó con la Policía Local pero sin éxito

09 dic 2014 . Actualizado a las 05:28 h.

LLegó con el anochecer trasdezano y se fue con la brumas matinales. Como una sombra en su caminar hacia Santiago, hacia el Apóstol. La referencia única es de un joven, a priori con posibles económicos, y peregrino natural de Mallorca, y «con mochilón, bastones, sin coche de apoyo y con un perro». Poco más salvo una historia humana que propicio en Silleda con sencillez y honradez. Historia que arrastró a otros que aportan al mundo sensibilidad, solidaridad y bonhomía personificándola en el peregrino sin certera.

José Tábora vivió la historia en primera persona y la puso a rodar en su Facebook. El sábado, siete de la tarde, entró en su comercio -Tábora, las famosas rosquillas de Silleda- un peregrino demacrado: Estoy destrozado , muerto de frío casi no comí en todo el día», pide una ración de tarta de almendra y otra de empanada de nueces y «¡Ay! ¡Ay!! No encuentro mi cartera. ¡Ay Dios mío, que no la encuentro!». José le tranquiliza. Le sugiere que vaya al albergue y que ya pagará mañana. El peregrino sigue desesperado insistiendo en que perdió la cartera, con dinero, DNI, tarjetas de crédito: «¡Dios! !Tengo que encontrarla!».

Relata José Tábora que le contó que se detuvo a comprar en la carnicería de Prado. El empresario silledense ya tiene a que agarrarse y se activa: «Llamo a la carnicería... y no la encuentran». Entonces contacta con la Policía Local que se ofrece a llevarlo en el coche hasta Prado desandando el camino. El cuadro es de película. El vehículo iluminando con sus faros el trayecto y el peregrino revisando los pasos andados. No hubo suerte: Demasiado pequeño el objeto buscado para un tramo tan largo y de noche.

Al retorno, sobre las mueve y cuarto, el peregrino indocumentado a quien José no preguntó ni su nombre se rindió de cansancio y decidió ir a pernoctar al albergue de la rúa Venezuela. Anuncia que por la mañana pedirá ayuda a Mallorca a su familia. El viajero se resiste pero finalmente acepta 20 euros que le entrega José para que cene y duerma. Se va asegurando que con el día volverá a Prado y la va a encontrar.

El domingo a las once de la mañana «entra exultante en la tienda. Está feliz. La ha encontrado. Todo, DNI, dinero, tarjetas,... Me devuelve los 20 euros y compra unos pasteles para celebrarlo. Me estrecha la mano dándome mil gracias. Le digo que es un hombre con mucha suerte y responde que ?es el Apóstol que protege a los peregrinos. Santiago existe?», relata José, que un día después valora que «a realidade sempre supera á ficción». Y, además, justifica algo, innecesariamente, su actitud: «Pasoume algo parecido en Málaga hai anos...».

crónica «santiago existe», dijo al encontrarla por la mañana