Un fruto silvestre de otoño que se expande por todo el entorno del río Deza
16 nov 2014 . Actualizado a las 09:50 h.Toda la ribera del río Deza en la comarca podría responder al nombre de costa dos morogos. En espacios concretos, como tramos de la ruta Carboeiro-Toxa, su presencia es espectacular y el espectáculo de esta riqueza natural emerge con fruto comestible y con floración en este momento, durante el otoño. Si es extraordinario el árbol por su verde brillante, algo semejante al laurel pero mucho más vivo, la confluencia de flor y fruto, lo hace muy singular.
Se encuentra hasta los mil metros asentado en suelos rocosos, con drenaje, compartiendo espacio a gusto con alcornoques pero también con castaños, robles y áreas de bosque mixto.
El morogo es planta y fruto con decenas de denominaciones. Usando geada es como se pronuncia en zonas de Cruces y Silleda. En Galicia su nombre más común es érbedo y, en España, madroño. Incluso popularmente en algunas latitudes se le llama borrachín respondiendo a su aportes alcohólicos a quien lo come muy maduro.
Pero muy maduro es como debe comerse porque es cuando tiene su sabor más definido, cuando pierde aspereza y sabor leñoso y reduce granulidad, que le resta adeptos. Siendo conocido no es apenas recolectado. Recuerda a tiempos viejos en que las setas contribuían al ecosistema pero no a la alimentación local salvo esporádicos avanzados.
El morogo comparte temporada aunque la alarga más, con las setas, con las castañas, con la nueces ya secas y con frutas modernas como el kiwi que empieza a ser recolectado ahora. Pero el protagonismo compartido no es gastronómico. Es poco considerado como fruto para la generalidad. Es mucho mas reconocible como arbusto y como planta ornamental pese a que puede superar siete metros. Su verde, el blanco de sus flores acampanilladas y el colorido de sus bayas que va de amarillo a anaranjado y a rojo vivo le dan un encanto y un protagonismo sin parangón en el bosque. También lo tiene en la historia, la tradición, la medicina, la jardinería y la gastronomía. Y es refugio y alimento en otoño para pájaros y para insectos. Colonias de abejorros los poblaban los últimos días de sol las flores en la costa dos morogos en esa riqueza no siempre valorada y en esos frutos aún solo para aventajados.
patrimonio vegetal desaprovechado