Un punto de consuelo

José M. Fernández

TORRE DE MARATHÓN

27 oct 2014 . Actualizado a las 09:37 h.

Sumar un punto a domicilio y dejar la portería cero por segunda jornada consecutiva es un buen botín, pero no puede servir de coartada para un Dépor que mostró preocupantes síntomas de volver a las andadas. El Espanyol dejó al descubierto la peor versión del conjunto deportivista, no ya la del grupo que bajó incomprensiblemente los brazos en el Sánchez Pizjuán, pero sí la de un equipo que arranca los partidos con cierta intención, pero que a las primeras de cambio, acaba apocado, encerrado en su propia parcela, a merced del acierto ofensivo de su rival.

Más por sus propios dudas y por su incapacidad para salir de su campo con cierto criterio que por los méritos de un Espanyol que creció en los errores ajenos, el Dépor estuvo noventa minutos contra las cuerdas, con la sensación de que la derrota era irremediable. Pudo llegar en cualquiera de la decena de saques de esquina que lanzó el Espanyol, en alguna de las faltas que concedió al borde de su área o en cualquier centro lateral. Regresar a A Coruña con un punto entra en el capítulo de lo milagroso.

Espeso en ataque e incapaz de dar más de tres pases seguidos, el Dépor salió indemne de Cornellá gracias a un cierto orden defensivo, pero sobre todo, a la afortunada actuación de un guardameta, Fabricio, imbatido en los 180 minutos que ha disputado esta temporada y al que ya puede atribuírsele uno de los ocho puntos de su equipo. El portero canario es lo único rescatable de un partido de dirección única, en el que el cuadro coruñés no dispuso ni de una mísera ocasión de gol a la que aferrarse ni forzó un solo saque de esquina; y solo probó a Casilla en un inocente lanzamiento lejano.