Pablo Insua: «...Y voy a ser el capitán» del Deportivo

Xurxo Fernández Fernández
Xurxo Fernández A CORUÑA / LA VOZ

TORRE DE MARATHÓN

CESAR QUIAN

El brazalete que lució el domingo Pablo Insua premia las virtudes y formidable trayectoria del central

22 oct 2014 . Actualizado a las 14:57 h.

«Nos mandó un mensaje al móvil de su madre para quedar después del partido. Al final ponía: "...Y voy a ser el capitán"». Así supieron los Insua Blanco que el mayor de sus hijos iba a llevar el brazalete ante el Valencia. Un líder de 21 años para el momento más complicado de la temporada.

El futbolista, que en sala de prensa aseguró que la designación le había supuesto «un gustazo enorme», reaccionó como se esperaba. Con absoluta naturalidad. «Es un chico muy tranquilo, bastante tímido y serio», explica Fernando, su padre. Una personalidad que algunos perciben de otra manera. «Vive en su mundo, es súper despistado», asegura riendo Álvaro Lemos, ahora cedido en el Compos tras acompañar a Pablo Insua durante toda su trayectoria desde infantiles. Hasta compartieron piso por dos años en A Coruña. El extremo sufrió tanto la habilidad de su amigo con la Play -«Echábamos partidas por la noche y me ganaba casi siempre»-, como la falta de ella con la sartén. «No tiene ni idea de cocinar, necesita unas clases urgentes», proclama Lemos.

Pero antes de demostrar su impericia culinaria, e incluso de que ambos jugadores se conocieran, la vida del último capitán blanquiazul ya transcurría pegada a una pelota. «Supongo que es porque yo también había sido futbolista. Era mediapunta, pero de los malos -confiesa Fernando-. Llegué a Tercera con el Bergantiños». Los genes llevaron a Pablo a las escuelas de fútbol sala de Arzúa y allí llamó la atención del Rosalía. Fue su madre la que pagó el interés de los compostelanos con viajes continuos a Santiago durante cuatro años.

Siempre como central

Dos cursos en benjamines y otros tantos de alevín. En uno de ellos llegó a disputar algún partido como centrocampista, pero por lo demás «siempre ha jugado de defensa», explica su padre. Para esa plaza lo ficharon en el Dépor y a lo largo de un par de temporadas el coche de la señora Blanco cambió la ruta por la de Abegondo. Después, Pablo empezó a vivir en la residencia blanquiazul.

Fue quemando etapas, contando siempre con la confianza de los técnicos de la cantera. «Es un jugador muy fácil de entrenar, responsable y con una actitud muy buena. Un futbolista inteligente, que sabe interpretar el juego y sacar la pelota con mucha limpieza. De los que perseveran cuando sufren reveses. Un ejemplo para sus compañeros», resume Secho, que dirigió al central en el Cadete de División de Honor. De él también destaca que «sabe ponerse en el lugar de los demás y respetar las jerarquías y los valores del fútbol».

La precocidad de Insua quedó reflejada cuando Tito Ramallo lo convirtió en habitual en el Fabril a los 16 años. Al chico tampoco le pesó ese reto. «Es muy grande. Cada vez que necesita demostrar algo lo hace», afirma Lemos.

El paso decisivo llegó hace un año. «Maduró mucho cuando Vázquez contó tanto con él en Segunda», reflexiona el padre del arzuano. Le gusta que su hijo sea humilde y responsable: «Siempre le digo que tiene mucha suerte, que mire atrás y a su lado y vea cuántos se quedan en el camino».

Puestos a hablar de Pablo, tanto Álvaro como Fernando coinciden al señalar la gran adicción del central. «Es catedrático en el uso del móvil», apunta su progenitor. Por eso, a los Insua Blanco no les sorprendió enterarse de la capitanía de su hijo al final de un mensaje de whatsapp.