Los quinientos días de Vázquez

Pedro José Barreiros Pereira
P. Barreiros A CORUÑA / LA VOZ

TORRE DE MARATHÓN

Salió reforzado del peor momento en la historia del club, estuvo a punto de salvarlo del descenso, se ganó a la afición y lo subió a Primera División

09 jul 2014 . Actualizado a las 20:52 h.

Fernando Vázquez dejó ayer Riazor por la puerta de atrás. Solo y a través del portalón del Palacio de los Deportes, aún tuvo tiempo para darse la vuelta y levantar la mano izquierda a modo de despedida. Una mirada se le escapó hacia el césped recién replantado. Seguro que se acordó de la última vez que lo había pisado, hace poco más de un mes, cuando el Dépor se abrazó al ansiado ascenso a Primera División. Fue el segundo que logró desde el banquillo, aunque a los del Celta y el Dépor le gusta sumar el que el Betis conquistó poco después de despedirlo. Ayer se cerraron sus más de quinientos días en el Dépor, el proyecto más complicado de su carrera, según reconoció ayer mismo, a donde había llegado el 11 de febrero del 2013 tras un dramático 0-3 contra el Granada, que derivó en la espantada de Domingos Paciência.

Alejado voluntariamente de los banquillos desde el 2007, tras una dolorosa destitución en el Celta, una llamada de madrugada devolvió al circo del fútbol a este hiperactivo entrenador (Castrofeito, 1953), que no dudó en aceptar un reto inesperado en un momento imposible. Con los futbolistas sin cobrar, el club en puestos de descenso y en pleno desplome institucional, supo motivar a una plantilla tocada, al tiempo que conectó con una afición recelosa de su fichaje, en principio, por aquellas carreras para celebrar los goles y por su pasado en eternos rivales como el Celta y el Compostela.

Sin embargo, se la ganó sin rodeos cuando gritó «forza Dépor» y «podemos» a las puertas del autobús tras aquella victoria contra el Levante (0-4) o en aquel 31 de julio del 2013, cuando acudió como un aficionado más al Obelisco y celebró la salvación in extremis de su equipo. Espontáneo y afable, especialmente en las distancias cortas, en A Coruña también se reinventó un poco él mismo. Enorme en el mérito de blindar el vestuario ante la zozobra institucional, acabó por saber moderar esa, a veces, excesiva gestualidad natural que tantos disgustos le había generado con árbitros y gestores de egos desmedidos.

En aquella media temporada no consiguió finalmente mantener al equipo en Primera División, pero se erigió en el sostén emocional del deportivismo. El Fernando Vázquez que ayer fue despedido de forma fulminante ya no era tan pasional (a veces incluso exaltado, sobre todo en los primeros meses) como el que había llegado a A Coruña, pero sí parecía más sereno y dispuesto que aquel a poner los cimientos del nuevo Deportivo, un proyecto del que siempre se declaró públicamente enamorado.

Desgaste

Maltratado por las etiquetas, en apenas unos meses el técnico pasó de conocer la receta idónea para cocinar a un Dépor de Primera, a ser criticado como el apóstol de un fútbol ultradefensivo, el responsable de un pragmatismo caduco y que amenazaba con desenganchar a la afición. Desde el mercado de invierno, cuando el club le llenó el vestuario de jugadores con pedigrí de Primera, su imagen sufrió un desgaste brutal.

Nadie se acuerda ahora de que si alguien creyó en este último ascenso deportivista, esos fueron Vázquez y su inseparable Manolo Pombo. Desde el primer día, en aquella concentración de mínimos en Monforte, y también en plena transición, cuando perdió a Culio, o incluso cuando se vio obligado a reinventar sucesivamente el equipo con la entrada y salida de jugadores.

Quizá este sea el peor momento para recordar que el entrenador de Castrofeito, maestro de inglés al que el Compostela de Caneda hizo hueco en Primera División, situó en el fútbol profesional a jugadores como Eto?o, Tristán, Riera, Rubén Castro, Joaquín o Capi. Claro que en A Coruña también le tocó insistir en las virtudes de Insua, en el que apostó contra viento y marea, o en la educación deportiva de Luis Fernández o Bicho. Fue la última lección de Fernando Vázquez.