Más kravetsianos para la causa

CARLOS MELCHOR

DEPORTES

03 sep 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Business is business. Cualquier deporte profesional pierde proporcionalmente su sentido más romántico cuanto más dinero mueve. Y un deportista, evidentemente, busca como sacarle el mayor jugo económico a su carrera deportiva. Eso sí, a veces mirando solo a corto y obviando otro tipo de intangibles no valorables en euros. El negocio es así. En muchas ocasiones los aficionados construyen ídolos y buscan referentes sobre los que volcar su pasión por un equipo o un deporte. A veces, son ídolos que al poco de surgir desaparecen. Otras, entran dentro de la historia particular que cada uno posee.

Hablando claro, algunos vieron el año pasado en Ramón Azeez al jugador que por su entrega y su buen hacer podría haber entrado dentro de ese grupo de jugadores que con los años hacen importante a cualquier club. Un tipo que lo tenía todo: buen carácter, un excelente rendimiento deportivo, una cierta proyección e incluso, un nombre característico. Inocentemente, pensaban (pensábamos) que podría ser un referente rojiblanco. Y sus guiños a la grada hacían sospechar que estaba a gusto en su lugar de trabajo. Solo unos meses después, toda esa apariencia se desvaneció. Ha sido poco profesional al llegar 10 días tarde a su puesto de trabajo esgrimiendo motivos, cuanto menos, rocambolescos. Ha forzado descaradamente su salida durante toda la pretemporada de un club que le ha pagado puntualmente un contrato firmado de su puño y letra. Futbolistas que solo tienen en cuenta la cifra a ingresar a final de mes, pero que sufren amnesia sobre la cláusula que deben abonar si se quieren ir. Un jugador, en resumen, que ha hecho todo lo posible para demostrar que no quiere estar donde está. ¿Cómo implicarlo de nuevo en la rutina de un grupo? Probablemente desde la grada. Que gran decepción.

Vasyl Kravets es un chaval por primera vez fuera de su casa. Salió de Ucrania con 20 años para intentar ser futbolista de éxito. Por la puerta de atrás ha ido haciéndose un hueco en el Lugo. Y sin apenas hablar el idioma, una barrera mucho peor que la futbolística. Sus potentes galopadas por la banda y esos centros tensos que pone en sus incorporaciones al ataque han ido convirtiendo poco a poco a más kravetsianos para la causa. Y precisamente, el último día de mercado, en el que la atención estaba situada en la salida de su compañero Azeez, el ucraniano se convirtió en el protagonista. No seremos tan inocentes de pensar que si el Valladolid le hubiera presentado un ofertón también lo hubiera rechazado. Pero, en estos tiempos de ídolos caídos y de puro business, que un chaval mirase por otras cosas que no fueran solo los billetes y los destellos de la Primera División es cosa bien inusual. En caso de duda escogió el equipo que lo acogió como familia y apostó por que a la larga tendrá una oferta mucho mejor para triunfar. El manteo de sus compañeros al final del Numancia así lo atestigua. Equipo. Mientras tanto, aunque no sea por mucho tiempo, seguirá engordando el numero de kravetsianos del séptimo día en el Ángel Carro. Ha nacido un nuevo ídolo rojiblanco.