El Maestro, un caballero del golf

Paulo Alonso Lois
PAULO ALONSO LOIS REDACCIÓN / LA VOZ

DEPORTES

Carlos Allones Pérez, cofundador del campo de A Zapateira, falleció este martes en A Coruña a los 103 años de edad

08 feb 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Polifacético, conversador y erudito, el odontólogo Carlos Allones Pérez falleció ayer en A Coruña a los 103 años de edad. El Maestro, como le conocían sus amigos, encontró en el golf una de sus grandes aficiones. Cofundador del campo de A Zapateira, se convirtió luego en su socio más longevo. Porque el deporte -tenis, fútbol, automovilismo...- ocupó su vida. Lo practicó y lo divulgó, volcando sus conocimientos en sus colaboraciones en La Voz de Galicia, desde cuyas páginas transmitía su pasión por la competición. Deportivista, desde su casa de Ciudad Jardín en la Avenida de La Habana decía ver los partidos de su equipo en Riazor. «Contaba que se había cansado de sufrir en el campo y que prefería seguir los encuentros desde su habitación en lo alto de la torre, desde su cama. Y que, si el equipo rival pasaba del centro del campo, ya se tapaba los ojos con las sábanas», recordaba ayer su amigo Manuel Sánchez Salorio, destacando su fino sentido del humor. Con su grupo de amigos, Allones mantuvo durante años una partida fija de póker, primero en el Lhardy y luego todos los viernes en A Zapateira.

Su familia fue propietaria de una hacienda de tabaco en La Habana, y heredó de su padre la afición por el tenis, el golf y el Deportivo. El pequeño Carlos ya se crió en A Coruña. «Estudió en la Escuela de Estomatología que por aquel entonces solo había en Madrid y tuvo su consulta en Arzobispo Lago. Comentaba divertido que 'cuando sonaba el timbre, siempre prefería que fuera una factura que no un enfermo'», recuerda Sánchez Salorio.

«Era un caballero, una bellísima persona, y un artista desde el bunker», añade José Antonio Salgado, hoy profesional en A Zapateira y cadi en su juventud en el campo coruñés. «Jugaba con todos nosotros. Pasaba por detrás del green del hoyo 2 con su Seat 850 y hacía como que nos disparaba con una escopeta. Era maravilloso», evoca Salgado.