Fernando Romay: «Siempre he sido un icono sexual»

DEPORTES

Fue el techo de España cuando la media estaba en 1,67. Y desde la altura disimuló su timidez con descaro

14 nov 2016 . Actualizado a las 09:38 h.

Con 14 años, el baloncesto le permitió aparcar un probable futuro trabajando en El Muro, como se conoce a la lonja coruñesa. Fernando Romay medía dos metros y se le presentó la oportunidad de fichar por el Real Madrid. Ahí comenzó un trabajo arduo de transformación de Fernandito en Romay, el techo de aquella selección que hizo madrugar a todo un país en el verano de 1984 cuando se colgó la plata olímpica. Tras una dilatada carrera deportiva, este gallego que presume de disfrutar en mitad de la escalera supo reinventarse y convertirse en un auténtico showman. A los 57 años, trabaja en la Federación Española de Baloncesto, protagoniza numerosos espacios publicitarios, sirve de reclamo en diferentes acontecimientos y es habitual en programas de radio. Pero mantiene la humildad que le ha servido para ser uno de los deportistas gallegos más queridos de la historia.

-Mediodía de domingo en la plaza de María Pita. Imposible contar la cantidad de autógrafos que firma y fotos que le piden.

-Eso es porque siempre he sido un icono sexual y me mantengo como tal. Está mal que yo lo diga, pero es una realidad (se ríe). En serio, habrá algo más bonito que cumplir los deseos de la gente. Si te piden una foto, no vas a ir en plan coquito y decir que no.

-Tras más de 40 años en Madrid, ¿es más de «quejque» o de «cho digo eu»?

-O meu galego é o que aprendín dos meus pais. Pero me adapto a todo. Es lo que tiene ser diverso. Incluso en verano, cuando estoy en Mallorca, si hay que hablar una mica balear, pues se habla. Allá donde fueres, haz lo que vieres. Es algo que trato de cumplir. Esta diversidad es la que nos hace realmente grandes a los gallegos. A mí me gustaría que la gente viviera un poco más como gallegos y que supiera apreciarlo. Dicen que no sabemos si subimos o bajamos. No es que no lo sepamos, es que para qué cojones quieres saberlo tú. Me gustaría que en el resto de España nos conociesen más. Si trataran de entendernos, les iría mucho mejor.

-Hay un gallego al frente del gobierno al que le ha costado que le entendieran.

-Es un poco lo que digo. Al margen de las ideas políticas de cada uno. Él analizó la situación en su momento y dijo: ¿Qué voy a ir para que me den de hostias? Y eso es muy gallego. Aguantó agazapado, el tiempo corrió a su favor y ahí lo tiene ahora.

-Usted se fue a Madrid con 14 y no ha vuelto, ¿por qué?

-Porque, en realidad, nunca me he ido. Vivo en Madrid, pero sigo siendo muy coruñés.

-¿Más coruñés o más gallego? Hay quién dice que los herculinos son los catalanes de Galicia.

-Qué vamos a ser. Lo que pasa es que A Coruña tiene una forma de ser y de estar, quizá por la pseudocapitalidad que nunca tuvimos, pero que nos creímos. Nos achacan eso porque no pueden achacarnos otra cosa (más risas).

-¿Sigue echando de menos los tiempos de jugador?

-Sobre todo la juventud y, claro, jugar al baloncesto. Ser deportista de alto nivel es lo mejor del mundo. Me hubiera gustado ser el primer deportista que se retira a los 65 por jubilación forzosa.

-Pertenece a una generación que hizo historia con la plata del 84.

-Pertenezco a una generación que hizo historia en muchas cosas. Yo tuve la suerte de estar en aquel equipo, pero además viví la historia de este país muy de cerca. Mire, yo que siempre fui un poco Forrest Gump, recién llegado a Madrid me encuentro un 20 de noviembre en la calle y toda la gente yendo hacia una plaza en la que había un huevo de banderas. Y, de repente, sin saber de qué iba todo aquello, estoy en la plaza de Oriente viendo a un señor en el balcón dando el último discurso de su vida. Toma ya. Mire si he vivido la historia.

-¿Decir que el éxito de aquella selección fue que era una familia es un tópico?

-Más bien es una inexactitud. Puede decirse que éramos una familia, pero no la típica familia idílica. Chocábamos mucho y no solo entre Madrid y Barça. Creo que el secreto del éxito estuvo en el poder de la ilusión. El problema es que pronto cumplimos con lo que podíamos hacer y esa ilusión se transformó en desencanto demasiado pronto.

-¿Quién era Romay en el baloncesto español?

-Era lo que faltaba. Teníamos todo de sobre. Lo que faltaba era altura y ahí estaba yo. Una pieza más del puzle.

-¿Y Díaz Miguel era tan innovador como parecía?

-Bastante. De hecho, creo que fue el que empezó en España con la pizarra. Pero se liaba mucho (se ríe). Tenía jugadores azules que defendían, rojos que atacaban y un balón amarillo. Al final el balón tiraba al azul mientras defendía el rojo (más risas).

-El Madrid apostó muy joven por usted, pero usted también porque no estaba claro su protagonismo allí.

-Ya, pero qué futuro tenía en A Coruña. Estudiar y acabar en El Muro. Irme al Madrid fue una oportunidad a la que no podía decir que no.

-¿Fue muy difícil?

-Sí, sobre todo, porque yo era muy introvertido. Era la primera vez que salía de A Coruña y me costó. Pero supe superarlo. Pensé que si me retraía no sería nada. Era un tipo de dos metros por Madrid. Y dije, pues vamos a aprovechar ese carácter diferenciador. Creo que en el fondo soy una creación mía.