Un pionero sobre la nieve de Sarajevo

Álvaro Alonso Filgueira
ÁLVARO ALONSO FERROL / LA VOZ

DEPORTES

CEDIDA

El ourensano Manuel García Valiñas, único gallego en la historia de unos Juegos de invierno, empredió la expedición en 1984 junto a Blanca Fernández Ochoa

24 oct 2016 . Actualizado a las 09:45 h.

Con Blanca Fernández Ochoa al frente, una expedición de trece deportistas españoles emprendió, en febrero de 1984, un viaje a Sarajevo. Entonces, la ciudad pertenecía a la extinta Yugoslavia y todavía no había sufrido las terribles consecuencias de la guerra de Bosnia. Al avión, rumbo a su primera experiencia en unos Juegos Olímpicos, se subió el biatleta Manuel García Valiñas, 29 años después de su nacimiento en la localidad ourensana de A Gudiña, destino de su padre, Antonio, que ejercía como Guardia Civil. «Desde la llegada a Sarajevo, todo fue un poco odisea», recuerda el gallego, a través del teléfono, desde su casa de Jaca. Esta villa pirenaica, ideal para los deportes de invierno, es su tierra desde los cuatro años, cuando su progenitor fue enviado allí. Precisamente por eso, Valiñas, gran deportista, ingresó en la sección de Montaña del instituto armado, a través de la que se profesionalizó, al principio, en el esquí de fondo. Sin embargo, la llegada de un nuevo entrenador, José Ignacio Laguna, y, sobre todo, las carabinas aportadas por Ángel Balesi, introdujeron al ourensano en el biatlón, que combina las altas pulsaciones del esquí nórdico con la puntería.

«En España no hubo hasta el 2007 una instalación específica para su práctica. En verano entrenábamos en un campo de tiro militar y en invierno íbamos a las estaciones de esquí cuando cerraban, casi en la penumbra», recuerda. Disparaban a dianas construidas con tablas y cartones. A su lado, su inseparable compañero malagueño Cecilio Fernández Grado, con el que fue seleccionado para ir a Sarajevo. «La URSS tenía cientos de fichas de biatlón y en España no llegábamos a las veinte», detalla Cecilio, que vive en Jaca a escasos kilómetros de Valiñas. Sin atender a las condiciones, ambos se montaron en una furgoneta Volkswagen, «cargados hasta las narices» -cuenta el ourensano-, hacia el ensayo general celebrado en la ciudad olímpica en 1983. «Ahora lo cuento y me hace gracia, pero medio sobornamos a la policía yugoslava para pasar la frontera», rememora. Una vez allí, además de competir, llegaron a echar un partido de fútbol junto a argentinos y chilenos. Un año después, el 11 de febrero de 1984, en el calendario apareció marcado el debut olímpico. No sin, apenas unos días antes, vivir momentos de angustia por el accidente de coche sufrido por Alfonso de Borbón, presidente en ese momento de la federación española de deportes de invierno. En el mismo perdió a su hijo; él fallecería en la nieve en 1989.

García Valiñas se convirtió en pionero, con el dorsal 4 en el pecho, en la prueba de los 20 kilómetros. Los primeros cincuenta segundos de su estreno los vivió su familia plácidamente desde el sofá. «Creo que me confundieron con un yugoslavo y por eso me mantuvieron tanto tiempo en pantalla», apunta el de A Gudiña. Finalizó en el puesto 56, a más de 22 minutos del vencedor, después de fallar diez de los veinte tiros. Tres días más tarde, en los 10 kilómetros, acabó en el mismo lugar, con seis penalizaciones. «Aunque no quiero poner disculpas, no pude ni probar los esquís que nos enviaron. Físicamente nos encontrábamos muy bien», señala.

El ourensano, un compañero «competitivo al cien por cien y trabajador», asegura Cecilio, se despidió así de su primera y única vivencia olímpica. Una decisión federativa evitó que estuviera en 1988. En la actualidad continúa practicando esquí y enseña biatlón a los más pequeños.