Rugbi iniciático en Galicia

DEPORTES

Abundan casos como el de Raphaël, que jugará a 18.000 kilómetros de su Nueva Caledonia natal por realización personal

27 sep 2016 . Actualizado a las 08:52 h.

Galicia, ese rincón a miles de kilómetros de distancia en el que uno se encuentra consigo mismo por medio del deporte. Treinta años han pasado desde que el neozelandés Sean Smith dejase Auckland con 18 años para recorrer Europa, se enamorase de una gallega de Bastiagueiro y dijese: «El CRAT será mi vida». Casi tres décadas después de la llegada del primer kiwi al rugbi gallego, la esquina noroeste sigue siendo destino de fichajes iniciáticos. CRAT, Vigo y Ourense, los tres representantes galaicos en la División de Honor B (segunda categoría nacional), da fe de ello. El neocaledonio Wayenece Raphaël Cadoku (Noumeá, Nueva Caledonia, 1988) eligió A Coruña. Dieciocho mil kilómetros de viaje iniciático desde Noumeá a Marineda. «El año pasado estaba en un torneo de seven en Asturias y no sabía qué iba a hacer con mi vida esta temporada. Muchos me habían hablado del CRAT y de A Coruña, así que aquí estoy», relata.

Atrás, en Francia (donde estudió el Bachillerato) deja a su hermano gemelo Jean-Claude Wassila, que cambió el rugbi por el voleibol. Y más alla, en Nueva Caledonia, toda una vida cuyos primeros recuerdos son con un balón oval en la mano. Su tío Gaston Trabé fue el fundador del Ravel’s Rugby Club y los hermanos Wayenece, sus primeros jugadores. «Mis recuerdos del rugbi en Nueva Caledonia son más relacionados con un modo de vida, con una diversión. Pero en Francia es mucho más cerrado. Si no eres el mejor del equipo, no tienes la menor oportunidad. En Galicia es más abierto, más participativo», compara Raphaël. El oceánico va incluso más allá en su reflexión: «Somos una familia. Todo es mucho más amistoso y más agradable que en Francia. En el CRAT he encontrado lo que estaba disfrutando en mi isla [así se refiere a Nueva Caledonia constantemente] y que echaba de menos. Claro que extraño a mis padres Jules Thuroy y Marie-Jeannette, pero el CRAT es otra forma de familia, mi familia de ahora».

Ocupa la posición de ala y se considera útil, a pesar de que no se incluye entre la élite de este deporte. «Tengo ganas de aprender, pero también de enseñar, de compartir mi experiencia con los jóvenes», argumenta. Su entrenador, Rogelio Sabio, lo describe como «muy vertical, rápido, siempre busca el desequilibrio de uno contra uno. Atento a las explicaciones y con ganas de aportar y mejorar». Más allá del deporte, Wayenece se arrima al mar para sobrevivir. «Es lo que más echo de menos de la isla, la playa. Por eso tengo que vivir en una ciudad de costa», defiende. A Coruña lo es, y a Raphaël le sorprendió «lo cerca que están los edificios unos de otros en A Coruña. Es una ciudad muy pequeña, pero con muchos edificios. Y detrás de uno de ellos... ¡Un estadio!». No deja de asombrarse también con la presencia de perros por la calle. «Hay muchísimos. Mis padres tenían varios, pero era en espacios abiertos, vivíamos en una casa con amplio terreno. Aquí la gente no los tiene con un espacio de libertad, sino que vive con ellos en los pisos», explica.

Santi M. Amil

Formado en electrónica industrial y automoción, ahora realiza un máster en la Escuela de Finanzas y no deja pasar la oportunidad de mencionar la gastronomía gallega. «Hay muchos alimentos exóticos en Nueva Caledonia que no hay en Galicia [risas constantes] y aunque la gente aquí es más introvertida, la cultura no es tan diferente», describe. «Me encanta que la gente esté siempre en la calle, que la vida social no sea dentro de casa», apunta. Se le requiere sobre aspectos no tan agradables y da la callada por respuesta. «Lo que menos me gusta es... Es que no encuentro nada negativo, porque yo soy el que ayuda a los demás a ver el lado positivo. Me gusta incluso la lluvia, aunque en Galicia moja bastante. Estar un rato bajo la lluvia es casi como bañarte por completo», matiza. De vuelta al balón oval, Raphaël Wayenece se plantea unos objetivos relativamente concretos pero muy edificantes con su nuevo equipo. «Quiero ayudar a crecer al club y crecer en este club. Y, claro, quiero intentar jugar el ascenso a División de Honor», apunta. El conjunto coruñés completa su nómina de jugadores foráneos con los argentinos Emmanuel Avaca, Maximiliano Coronel y Emiliano Sadadini, el francés Loick Coudre Travolta y el italiano Riccardo Zulian.

Dos foráneos entre canteranos en el Vigo Rugby

El Vigo Rugby cuenta con dos extranjeros en un equipo nutrido de jugadores locales. Maka Tatafu aterrizó en Vigo en el 2013 para experimentar lo que era «vivir y jugar al rugbi en Europa» y tras un regreso fugaz a Nueva Zelanda, está asentado en la ciudad desde hace dos años. El otro foráneo, el argentino Juancho, ha llegado al Vigo este mismo verano desde el Mareantes, donde a su vez aterrizó cuatro años atrás «por tres meses, a lo loco para vivir la aventura sin haber salido nunca antes» de su país. Los dos han hecho su vida en Galicia, con sus respectivas parejas incluidas y no piensan en el billete de vuelta.

Profesores para el Campus

Un póker de extranjeros se ha traído David Monreal para el estreno del Campus Ourense en la División de Honor B.  Se trata de los neozelandeses Jason Harvey, Sefo Setefano, Tui Katoa y el inglés con pasaporte italiano Joe Marston. Tanto este último como el primero han aprovechado su estancia en la ciudad para colocarse como maestros en una academia de idiomas, al tiempo que conocen una nueva cultura y se aclimatan al ritmo de vida europea, sin dejar de fortalecer de paso su trayectoria deportiva.