«Esta medalla sabe tan bien que ya quiero pelear por la siguiente»

antón bruquetas

DEPORTES

V Televisión

Asegura que aún vive en una nube y que le está costando digerir que su sueño ya es una realidad

25 ago 2016 . Actualizado a las 13:09 h.

Es un hijo de la emigración, de esa constante en las familias gallegas que se desgajan buscando fuera el trabajo que no encuentran en su tierra. Ese tipo de viajes vitales curten, obligan a madurar y por eso, quizás, Cristian Toro Carballo (Isla Margarita, Venezuela, 1992) habla con tanto aplomo. Cuando se sienta a charlar, reflexiona con tanta calma que cuesta distinguir al palista que hace apenas unos días destrozaba el agua en la pista de la Lagoa Rodrigo de Freitas, el lugar donde se proclamó campeón olímpico junto a Saúl Craviotto. Hay dos cosas de las que Cristian Toro no se separa desde que aquello sucedió: de una perenne sonrisa y de la medalla de oro.

-¿Ya ha logrado digerir todo lo que le está pasando?

-Todavía estoy en ello. Aunque han pasado unos días desde que gané la medalla, todo lo que me está ocurriendo son experiencias nuevas, como ver a toda la gente que se ha volcado conmigo, ver la felicidad de la gente que compartía conmigo el esfuerzo diario, las visitas a los medios de comunicación... todo lo que envuelve este triunfo... espero que cuando pasen unos días ya me lo empiece a creer un poco más.

-¿Ha conseguido que la repetición de la carrera no le inunde la cabeza una y otra vez?

-Lo que pasa es que al ser una competición tan especial, era tanta la emoción, tanta la adrenalina que liberaba en ese momento, que me acuerdo de muy poco. Cuando entré por la meta fue como un shock y hasta tres horas después no retomé la conciencia de lo que había hecho. Encima mi compañero, Saúl [Craviotto], que sí que sabía lo que estábamos haciendo [ya había sido campeón olímpico en Pekín, junto al gallego Carlos Pérez Rial, Perucho] no paraba de repetirme: «No sabes lo que hemos hecho, no sabes lo que hemos hecho, no te lo imaginas». Y eso alimentaba un poco más el estado de excitación en el que me encontraba.

-¿Durante la prueba fue consciente en algún momento de que iban a ser oro?

-Me acuerdo de que sobre los 130 o 140 metros noto que nos está saliendo una carrera muy buena y que el barco va muy rápido. Me doy cuenta de que vamos delante de los que a priori eran, junto a nosotros, los favoritos. Pero en la posición en la que voy en el barco [atrás] no puedo permitirme ni mirar para los lados ni hacer ningún gesto raro que no sea palear con mi compañero, porque podría hacernos perder unas décimas. Entonces intuyo que vamos delante, pero no me imagino que primeros. Cuando cruzo la línea de meta sí que lo vi clarísimo, porque afortunadamente ganamos con una ventaja que para la distancia [200 metros] es amplia.

-Y, de repente, un sueño se hace realidad...

-Es que es increíble... lo... [se le entrecortan las palabras durante un pequeño instante]... lo llevas soñando toda tu vida y pum, de repente cruzas la meta y eres campeón olímpico. Cuesta mucho asociar rápidamente ese momento a la imagen que habías construido desde niño, al sueño que tenías en el horizonte, pero que sabes que muy pocos lo consiguen... y tú no sabes si vas a ser uno de ellos... y de repente cruzas la meta y dices: «lo acabo de lograr... ¿y qué hago ahora?»

-¿Y ya ha pensado qué va a hacer?

-He alcanzado lo máximo y me siento totalmente en paz y ahora creo que lo que venga lo voy a disfrutar mucho más. Siento que no tengo que demostrar nada, siento que me he liberado de esa presión. Por lo menos, de momento. Estoy tranquilo, con muchísima ilusión, porque esta medalla sabe tan bien que ya quiero pelear por la siguiente.

«Desde el primer día fui consciente de que íbamos muy rápido»

Hoy todo sopla a favor. Pero Cristian Toro no se olvida del año más difícil de su vida. Este 2016 estuvo repleto de tensión, de pruebas selectivas, de entrenamientos para tratar de que España tuviese el K-2 200 más competitivo del mundo. El que, seis meses después de que se formó, permanece invicto. Pleno de triunfos para un equipo en el que la química surgió en la primera palada.

-¿Qué ve cuando echa la vista atrás y repasa el ciclo olímpico?

-Hay momentos muy duros. En el Mundial del 2015 quedamos fuera de los puestos de clasificación y fue un palo muy complicado de asimilar, tanto para mí como para mi excompañero Carlos [Arévalo]. Fue muy difícil de asimilar porque habíamos entrenado fuerte para estar en esos puestos y al final no salieron las cosas del modo que esperábamos. Con lo que el siguiente año, el 2016 fue el más difícil de mi vida, con mucha tensión porque la federación necesitaba conseguir la mejor pareja para Río y hubo que hacer muchas pruebas.

-¿Y cuándo se da cuenta de que Saúl Craviotto y usted van rápidos?

-Desde el primer día. La compenetración fue casi instantánea. Saúl, que es el mejor piragüista que hay ahora mismo en España, me dio su voto de confianza y yo le dije: «No te voy a fallar. Es la oportunidad de mi vida». Y en el preolímpico y en la Copa del Mundo ya vi que volábamos.

-¿Cómo fue la experiencia de volver a Viveiro, el lugar donde se crio, como campeón olímpico?

-Me quedé impresionado. Noté muchísimo cariño. Todo el mundo quería hablar conmigo, quería darme la enhorabuena. Y es muy bonito porque es la gente que me vio empezar.

-¿De Río que es lo que más le sorprendió?

-Estar allí con grandes deportistas y ver que eres uno más. Por mucho que te lo cuenten, hay que vivirlo. También me impactó la humildad de Nadal, cómo se sentaba con nosotros y hacía grupo.