Una lucha contra el cielo y el suelo

Miguel Álvarez LUGO / LA VOZ

DEPORTES

Iván Escalante

La lluvia y las caídas condicionaron el desarrollo de la quinta etapa de la Vuelta

27 ago 2016 . Actualizado a las 16:07 h.

Fue el día de la lluvia y de las caídas. La etapa que se disputó ayer entre Viveiro y Lugo deparó todo tipo de sensaciones corporales a los ciclistas. Los primeros cien kilómetros se desarrollaron bajo un diluvio que, por momentos, estuvo acompañado por relámpagos. El pelotón de la Vuelta se vio obligado a estrenar los chubasqueros. Bajo el agua y sobre unos baches que para sí querrían como trincheras los soldados de la Primera Guerra Mundial, ¿a quién le iba a apetecer pisar a fondo?

Con el cielo y las nubes por castigo, el pelotón se lo tomó con calma. Hasta que Julien Morice desató las hostilidades. El francés soltó un latigazo al que se sumó el portugués Machado. En cierto modo, la paz se agotó en el grupo. No obstante, el fuelle del ciclista del Direct Energie se consumió poco después del avituallamiento. El luso se quedó entonces solo en cabeza.

Mientras Machado se vació sobre el irregular asfalto de la N-640, Morice satisfizo a sus seguidores. Un grupo de ellos había desplegado una pancarta -con retrato incluido- en la zona de A Pontenova. El ciclista les dio la alegría de la jornada al hacerse visible. También es cierto que el ritmo que imponía el portugués en los repechos se le atragantó a Morice, que acabó engullido por el pelotón.

En los cincuenta últimos kilómetros, el clima cambió de manera radical. Calor pegajoso y sol. Los aficionados lucenses mostraron sus preferencias por algunos integrantes del pelotón como Alberto Contador. Y también por otros que escribieron sus hazañas hace tres décadas como Perico Delgado.

Curiosamente, las caídas se produjeron con el pavimento seco. La lluvia que cayó sobre Lugo sobre la mañana se había evaporado cuando el pelotón entró en la ciudad de la muralla. Y eso que el trazado era de riesgo. La carretera do Rato se ha caracterizado durante años por su pavimento deslizante. Pero los resbalones se produjeron en la Ronda.

El más grave empezó cuando Gesink se escurrió, arrastró a varios compañeros, y quebró el pelotón en mil pedazos. Algunos ciclistas acabaron doloridos, pero uno de los más perjudicados fue Krujswick, que, con una fractura de clavícula, dijo adiós a sus anhelos de subirse al podio en Madrid. El suelo dictó sentencia.