El vídeo tuvo su gracia al inicio de los Juegos de Río. Paul George, acostumbrado a que en sus partidos con Indiana Pacers lustren cada baldosa que pisa, bebe un trago y activa de forma mecánica el brazo hacia atrás por encima de su hombro. Como siempre, espera que un asistente lo recoja y lo tire, como le pasa en la NBA. Un instante más tarde entiende que el olimpismo mantiene algún detalle de contención. La sencillez que al capitán del equipo masculino español de golf, Manuel Piñero, le hizo sentirse en la Villa como en la mili, por la austera y divertida convivencia en habitaciones compartidas. Así que George asume al final que nadie tirará sus residuos y baja el vaso. Nadie recoge los desperdicios del piragüista español Saúl Craviotto mientras entrena en Trasona, a un cuarto de hora de su casa de Gijón. Cuando llega al embalse por las mañanas, a veces la niebla envuelve el río en una imagen romántica pero desapacible. Otros días llueve en los delicados inviernos de Asturias. Durante seis meses trabajó allí contrarreloj para acompasar su ritmo y el del vivariense Cristian Toro sobre el K2 200. Entrenaron tan duro, sin desperdiciar ni una sesión de esos días húmedos que encogen las ganas de salir al agua, que al final encadenaron una decena de victorias este año. Ganaron todas sus mangas de todas sus pruebas del 2016. Cuando por las mañanas salen del agua y portean su piragua a los galpones, les espera una bandeja de plástico con bocadillos antes de pasar al gimnasio o salir a correr, en la segunda sesión del día, todavía antes de comer. Pese a contar a su lado con la sabia experiencia de su entrenador, Miguel García, Saúl Craviotto sintió en junio, entre mordisco y mordisco al bocata de jamón, que su cuerpo se había calado. Que tanto entrenamiento se cobraba esta vez un pozo más profundo en su preparación, del que ya no saldría a tiempo de los Juegos. Pero las gráficas de su técnico, El Abuelo del piragüismo español, indicaban la dirección correcta. Con un oro y un bronce se irá el lunes de Río. Antes quiere darse una vuelta por la Villa, por sentir más el ambiente de los Juegos. Paul George descansa en el crucero de lujo que protege en su burbuja a las estrellas de la NBA.
GALICIA-RÍO VÍA LISBOA