Las vidas de Rafa

Antón Bruquetas EN 100 METROS

DEPORTES

15 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Después de la derrota ante Del Potro, comenté que quizás lo que el público admira de figuras como Nadal o Phelps es su capacidad para, pese a haberse empapado ya en éxito y dinero, mentalizarse una y otra vez de que quieren volver a ganar, que quieren emprender ese camino tan tortuoso que les llevará a la gloria a través de toneladas de sufrimiento. No tienen necesidad, pero su fuerza de voluntad no conoce límites. Pero tras el choque ante Nishikori, la reflexión con Nadal merece un alcance mayor.

Lo que ayer liberó fue un ejercicio de supervivencia sublime. Se agarró a la pista como si le fuese el alma en ello. Alguien dijo que Nadal juega cada partido como, si en vez de una cuenta corriente repleta de millones, durmiese cada noche a la intemperie. En su travesía por Río, el balear le volvió a dar la razón. Con 5-2 abajo y un set en contra, en una situación extrema, angustiosa, donde las piernas ni siquiera responden a los estímulos del cerebro es precisamente donde Nadal escribe sus relatos más deliciosos. Se recompone como si su colección de vidas fuese inagotable, como si guardase una capacidad regenerativa no conocida en los seres humanos.

Porque Nadal tiene algo de estrella de mar, esos enigmáticos organismos que muestran su truco más deslumbrante en el instante que pierden una extremidad. Crean de donde no había nada, como el tenista español ilumina justo cuando da la impresión de que se le va a agotar la luz. Si le diesen a escoger otra profesión, estoy convencido de que elegiría la de funambulista, porque parece que disfruta en el alambre. Mientras quienes lo observan a punto de despeñarse apenas pueden coger una bocanada de aire, se ven obligados a contener la respiración. Y entonces Rafa llega al otro lado. Y la sensación que transmite es inigualable. Te suelda al televisor como ninguna. Por eso, los deportistas, los de su misma estirpe, lo paraban por todos los rincones de la Villa Olímpica para hacerse una fotografía junto a él. Nadie es más solicitado. Tal vez busquen que se les contagie algo de esa magia que desborda el mito de la raqueta. Ojalá funcione el mimetismo, porque no cabe duda de que nos divertimos mucho más cuando hay genios como Nadal.