Calvelo-Olmos, la pareja total

Pablo Gómez Cundíns
Pablo Gómez A CORUÑA / LA VOZ

DEPORTES

CÉSAR DOMÍNGUEZ CASTRO

El destino ha unido a estos dos pívots del baloncesto de élite español, almas gemelas con estudios superiores

15 jun 2016 . Actualizado a las 11:56 h.

La grandeza de una persona suele ir más allá de su estatura. Hay deportistas que conjugan un cuerpo sano con una mente en plena forma. La gallega Claudia Calvelo (192 centímetros nacidos en Gijón en 1992) y el alicantino Sergio Olmos (el origen de sus 213 centímetros de estatura está en Elda en 1986) elevan la fórmula mágica a su máximo exponente.

Ella, con media docena de medallas en categorías inferiores de la selección española, ha actuado esta temporada como pívot del Rivas (Liga Femenina 2) tras haber jugado en el Ensino, Burgos y TSV Wasserburg, campeón alemán. Aguarda dilucidar su horizonte, quizás en categoría superior, en un deporte femenino en ruinas.

Él ha desempeñado con brillantez la misma función en el Básquet Coruña (equipo sensación de la LEB Oro) tras pasar por la NCAA con Temple (Estados Unidos le definió como persona), La Palma, Palencia y Burgos (LEB Oro) y Valencia (ACB, sin debut). Realiza la postemporada con el Obradoiro mientras decide su futuro.

Fue en Burgos (temporada 2013-2014) cuando esta enfermera y este licenciado en Matemáticas por Temple University y en Estadística por la Open University británica se conocieron en un concierto de Zimmerband, una banda tributo a Bob Dylan, en la Casa de las Musas. «Ella no sabía que yo iba. Yo sí que sabía que ella iba», recuerda Sergio. «Hubo mucho vacile por esto», añade ella. 

Mentes complementarias

Fue la cuadratura del círculo. «Ella toca la guitarra, escribe, es más creativa. Yo soy más lógico y racional y es un contraste que nos complementa bien. Aprendemos uno del otro», analiza Olmos.

Calvelo, siempre intensa, corrobora: «Sergio es mi tranquilidad. Desde que le conocí, me siento mejor a la hora de centrarme para todo. Me apoya, está en mi situación, juega al baloncesto y sabe lo que es tener que estudiar y dar el 100 % en la cancha. A nada que él me diga, me ayuda mucho. Todo lo que me quedaba lo he aprobado con él y estoy más tranquila».

Superada la distancia física (Wasserburg fue una prueba de fuego), en estas dos temporadas han hincado los codos juntos, en el pupitre y en la cancha. Ella cumple horas de hospital en Lugo y comparte entrenamientos con un pívot que está a su altura.

Sergio apunta: «De lo que menos hablamos es de baloncesto. A veces nos analizamos profesionalmente. Lo encajamos bien. Somos muy parecidos, sabemos recibir críticas sin enfadarnos. Hay cosillas que nos mejoramos. Ahora en verano entrenamos juntos lo técnico y lo físico. Este movimiento, esta manera de jugar...». «Sergio ahora es un tirador sensacional», bromea ella. «Y sin embargo, cuando jugamos uno contra otro siempre me gana ella», apuntilla él. «Solo en tiro, ¿vale? Ja ja... En el uno contra uno se me complica», zanja ella. 

Entrenamiento conjunto

Claudia explica: «Intento que confíe en su tiro. Con las cualidades que tiene os aseguro que es imparable. Debería tener mucha más confianza al atacar. Este año lo ha hecho mucho mejor. Los movimientos que tiene muy fuertes, muy poderosos al poste bajo, hasta este año no se los vi con tanta contundencia y seriedad». Sergio añade: «Claudia ha ganado juego sin balón, movimientos. Son cosillas. Ya sabemos lo que hacemos mal». «Más que nada, es que no nos machacamos después de un partido. Sergio me da mi espacio, me da mi tiempo. Mi padre [José Manuel Calvelo, que pisó ACB] históricamente me ha dado mucha caña. Pero desde que estoy con Sergio, menos. Ahora lo disfruta más, no lo sufre tanto.», relata ella.

También se mejoran sus técnicas de estudio. Calvelo adoptó una especie de tarjetas de Trivial, idea importada de Estados Unidos por Olmos. Ambos profesan valores que trascienden lo deportivo. Sergio, a punto de comenzar un máster en bioestadística, orientará su futuro alejado del baloncesto cuando deje las canchas. «Sería genial que existiese la enfermería deportiva», suspira Claudia.

Destacan ambos los valores del baloncesto por encima de otras disciplinas como el fútbol (siempre el mal ejemplo) y que la formación académica arraiga en las nuevas generaciones de deportistas pese a la dificultad para conciliar agendas (las becas en Estados Unidos como hoja de ruta), pero concluyen al unísono: «Queremos disfrutar de lo que nos queda de baloncesto. Porque es un trabajo genial, no uno normal».

Entre bromas y veras, algún director deportivo ya se ha interesado por su futura descendencia, si la hay. El deporte se beneficia de la estabilidad que se brindan. Olmos reconoce: «Estoy mucho más orgulloso de lo que hemos hecho con el Básquet Coruña porque ha sido en su ciudad». Calvelo presume: «A mí me ha hecho sentir muy bien. Y me da un poco de envidia porque yo no pude ni podré. Sus victorias también fueron las mías».