La cuenta pendiente de Djokovic

Paulo Alonso Lois
PAULO ALONSO LOIS REDACCIÓN / LA VOZ

DEPORTES

PHILIPPE LOPEZ | Afp

Nole es hoy superior al resto, pero acumula un récord negativo, tres derrotas en la final de París

23 may 2016 . Actualizado a las 12:22 h.

El tenis era todavía el entretenimiento de una élite. En los Campeonatos de Francia pocas veces alcanzaba el partido por el título un jugador de fuera. Y el pantalón largo, la camisa y hasta la americana servían de atuendo para mover la raqueta de madera. Fue entonces, en el germen del gigantesco espectáculo que es hoy Roland Garros, cuando un jugador perdió tres finales sin haber llegado a alcanzar el título. Le sucedió al local Paul Lebreton en 1898, 1899 y 1901. Solo Novak Djokovic arrastra un historial tan amargo como subcampeón en París sin haber llegado a agarrar la Copa de los Mosqueteros. Le sucedió con las derrotas del 2012 y 2014 ante Rafa Nadal y del 2015 ante Wawrinka. Quizá sea esa carga su peor enemigo de las dos próximas semanas, que arrancará mañana contra el taiwanés Yen-Hsun Lu. El peso de haber salido varias veces derrotado de la Philippe Chatrier, tras regalar discursos diplomáticos hacia el campeón.

Porque el serbio luce hoy, como ya hizo la temporada pasada, como el indiscutible favorito. Un cartel que incluye algunos matices, por la recuperación de Rafa Nadal y la progresión de Andy Murray. Pero un estatus que ahora mismo nadie le discute pese a sus dos derrotas de la última gira de tierra, ante el checo Jiri Vesely en Montecarlo y frente al escocés en la final de Roma.

«No me gusta la palabra obsesión porque no viene de la emoción correcta. Es un deseo, un objetivo como cualquier otro que pude tener, aunque este aún me falta por cumplirlo. Por supuesto que voy a tratar de dar un paso más en París respecto a lo que he logrado en el pasado, pero no soy el único que quiere ganar. Aunque Roland Garros es el único grand slam que nunca he ganado y eso me da aún más incentivos para dar lo mejor», admitió Djokovic a la revista Sports Illustrated sobre la forma de focalizar el desafío de París.

En condiciones normales, somete a todos sus rivales en cualquier superficie. Por eso tiene ya el récord de Masters 1.000. Por eso ganó cinco de los siete últimos grandes. Y por eso arrastra una serie de siete victorias seguidas sobre Nadal, al que le ganó de forma consecutiva los quince últimos sets.

La cabeza le puede traicionar más que la raqueta. La parte mental, el recuerdo de esa historia sin culminar en París, surge como un posible lastre para el serbio. Ya en el 2011, aunque no llegó a la final, parecía con todas las papeletas para ganar en París después de encadenar 43 partidos seguidos ganados. Pero un viernes de junio se encontró con la versión más exquisita de Roger Federer. El suizo jugó en la semifinal probablemente el mejor partido de su vida sobre arcilla. Y frustró al serbio. El año pasado quien compitió tocado por una varita fue Stan Wawrinka, cuando le arrebató un título que casi nadie le cuestionaba.

A sus 29 años Djokovic tiene ya once grandes en su palmarés. Pero no quiere parecerse a Boris Becker, su actual consejero. El alemán, aunque no pasó de semifinales en París (1987, 1989 y 1991), al igual que Pete Sampras, Jimmy Connors, John Newcombe, Stefan Edberg y Frank Sedgman, reinó en Australia, Wimbledon y el US Open. Pero no ganó nunca en Roland Garros.

Aunque la superioridad de Djokovic ofrece otra lectura positiva. Conseguido el título de Australia, también es consciente de que se encuentra ante la posibilidad de su vida de conseguir el Grand Slam original, los cuatro majors en un mismo ejercicio. Vive la plenitud de su carrera, ve como Federer no pisa una final de esa categoría desde el 2012, tiene todavía a raya a Nadal y los jóvenes que protagonizaran la próxima década del tenis profesional aún no alcanzaron la madurez para celebrar un título en las cuatro plazas principales. Está en su momento para hacer historia. Para sumar cuatro triunfos que nadie encadena desde que lo hizo el australiano Rod Laver en 1969. Sin la elegancia de Federer ni la garra de Nadal, al serbio solo le queda la vía de los números para elevarse sobre ellos en el juicio de la historia. Y para eso necesita ganar en París. Tiene el físico para rendir en partidos interminables, la capacidad de movimientos para potenciar sus virtudes en tierra, el tenis y hasta una mayor tranquilidad en la pista. Ilusión contra el peso de las anteriores derrotas.