El Sporting obra otro milagro

Ignacio Tylko MADRID / COLPISA

DEPORTES

El Pitu Abelardo fue manteado por sus jugadores tras obrar un nuevo milagro en Gijón.
El Pitu Abelardo fue manteado por sus jugadores tras obrar un nuevo milagro en Gijón. alberto morante efe

Vence en El Molinón a un flojo Villarreal y se aprovecha del pinchazo del Getafe en el Villamarín

18 may 2016 . Actualizado a las 11:44 h.

Si la pasada temporada sorprendió con su ascenso en la última jornada ganando por más de dos goles en el Benito Villamarín y aprovechándose de que el Lugo marcó en Girona en los últimos instantes, evitando el triunfo local, el Sporting volvió a hacerlo ayer. Se aprovechó del inesperado pinchazo del Getafe en casa del Betis y, con su triunfo frente al equipo de su amigo Marcelino, selló su permanencia un año más en Primera División y dio una estocada mortal al fútbol madrileño mandando para Segunda al Getafe (perdió en Sevilla 2-0) y al Rayo Vallecano. Este último sí que hizo los deberes derrotando al Levante por 3-1. Pero fue inútil, porque para que el milagro fuese rayista tenía que pinchar también el Sporting. Y no fue así, porque el conjunto de Abelardo, que salió decidido a por el partido, se puso pronto con el marcador a favor y no le tembló el pulso, ayudado también por un inofensivo Villarreal, que no se jugaba nada.

Después del sorprendente ascenso logrado el curso pasado, en Gijón creían en otro milagro. Y la fe mueve montañas. Ya desde el pasado fin de semana, Abelardo animó a sus jugadores y a la afición para darlo todo y rezar en la típica fecha no apta para cardíacos. No dependían de ellos, pero jamás desfallecieron. Confiaban en hacer su trabajo ante un blando y romo Villarreal y, sobre todo, en que los béticos dieran el máximo ante el Getafe y le hundieran en el pozo de Segunda. Contribuía a la fe asturiana el hecho de que la afición rojiblanca esté hermanada con la verdiblanca y la certeza de que los hinchas de Heliópolis no permitirían la relajación de sus jugadores. Comenzaba el choque con gritos de «Musho Betis» en el Molinón, donde se jugaron dos partidos en uno.

Un rival amigo

Se daba por descontado que el Villarreal, ya cuarto y en la previa de Champions para la próxima campaña, no pondría toda la carne en el asador de El Molinón. Las declaraciones de Marcelino García Toral insistiendo en que deseaba la permanencia del Sporting porque jugó y entrenó allí, invitaban el optimismo. Más de 6.500 aficionados animaron a los jugadores en el último ensayo previo a un examen final en el que el equipo local salió a toda mecha frente a un amigo repleto de suplentes.

Dos disparos a puerta en apenas un minuto dieron fe de que por el Sporting no iba a quedar la gesta. Y que para el submarino amarillo era un trámite. Enseguida llegó el primer gol, fruto de un centro de Carmona y un gran remate de volea de Jony. Parte del trabajo ya estaba encaminado. Pero les faltó cerrar su victoria en un primer tiempo en el que desperdiciaron varias ocasiones, abortadas por Barbosa.

Del Villarreal no había apenas noticias en ataque. Solo Leo Baptistao, ex del Rayo, que no parecía dispuesto a dejar descender a los de Jémez. Una internada del brasileño acabó en un remate al poste. También provocó una falta cerca del área que Jonathan definió con un tiro desviado. En el descanso, el Sporting estaba salvado.

Aunque la victoria era exigua y las ocasiones locales seguían sin definirse, el Villarreal ni se aproximaba al área de Cuéllar. Por eso, durante la segunda parte mandaba ya por completo el duelo del Benito Villamarín. Se enteró el público gijonés de que el serbio Scepovic falló uno de los goles más claros de su vida. Un respiro antes de celebrar, alborozado, el tanto de Pezzella que adelantaba al Betis y despejaba más el panorama. Cuando Rubén Castro marcó de penalti el segundo del Betis, Gijón ya era una fiesta. Un deliro tras el golazo de Sergio Álvarez que hizo llorar de emoción a Abelardo.