Un Roland Garros para Galicia

Paulo Alonso Lois
PAULO ALONSO LOIS FERROL / LA VOZ

DEPORTES

LIONEL CIRONNEAU

La pontevedresa Lourdes Domínguez fue en 1999 la primera española en ganar el título júnior en París

28 mar 2016 . Actualizado a las 15:45 h.

Seis bolas de partido necesitó para derribar la resistencia de la francesa Stephanie Foretz y convertirse en la primera española campeona de Roland Garros júnior. Lo logró hace casi 17 años Lourdes Domínguez, que guarda en el disco duro de su memoria los detalles de una semana inolvidable que terminó en la pista 1 con el trofeo en sus manos. Un triunfo que retrata su carrera como luchadora, y que llegó a ver imposible en su partido de segunda ronda en la cancha 4 contra Olivia Sánchez tras perder los nueve primeros juegos. «Claro que me vi eliminada. Ella estaba jugando muy bien y yo no encontraba mi sitio en la pista ni como hacerle daño... Y los juegos no paraban de sumar en su marcador. De repente, en el cuarto del segundo set falló una pelota relativamente fácil y se enfadó, empezó a quejarse y a cambiar la actitud y el partido comenzó a variar a mi favor. Yo seguí intentándolo, luchando, y al final pude sacar el partido adelante. Aún hoy, muchas veces cuando lo recuerdo, me pregunto cómo fui capaz de remontar ese marcador tan desfavorable... Este partido me dio muchísima confianza para el resto del torneo», recuerda la pontevedresa.

«Lourdes era rápida, valiente y con buena técnica. Y además luchaba muchísimo. Era la más baja con diferencia y necesitaba correr mucho en la pista. Jugaba inteligente y habilidosa, como ha sido luego», explica Juan Avendaño, entonces director de competición del Centro de Alto Rendimiento de Barcelona y que acompañó a la tenista gallega esa semana en París.

Lourdes Domínguez ya era una de las mejores jóvenes del planeta. Había ganado en Miami la Orange Bowl, considerado el mundial oficioso de base, y el Europeo. Pero el palmarés de la francesa Virginie Razzano, su rival en semifinales, era superior, como número 2 del mundo júnior y campeona en Australia. La arrolló por 6-2 y 6-1. «Nunca dudé que podía derrotarle. Mi juego le hacía daño y lo hice perfecto. Seguramente fue mi mejor partido de todo el torneo y me dio muchísima confianza para la final, en la que tendría que saber jugar con los nervios», recuerda desde Miami dentro de su actual gira americana de torneos.

Otra rival francesa, Foretz, la esperaba en la plaza de toros, como se conoce la pista 1 de Roland Garros. Lourdes mandó, pero empezó a ver como se escapaban pelotas de partido. Hasta cinco. «Estaba muy nerviosa, pero quería ganar sí o sí, era una oportunidad histórica, un sueño. Cuando tenía los match points y no era capaz de cerrar el partido, me iba poniendo más nerviosa, porque encima el marcador era ajustado. No hice el mejor partido de la semana, pero sí controlé mejor las emociones que mi rival. Cuando al fin gané, no me lo podía creer, estaba en una nube. Fue un día maravilloso», explica Domínguez, que luego llegó a ser la número 40 del ránking mundial y cumplirá 35 años el jueves, todavía en la élite. «Me quedo con ese día, con mis padres y mis hermanos en la grada», elige la mejor raqueta gallega de todos los tiempos, que empezó a jugar en el Casino de Pontevedra con Manuel Chaves, creció en el Centro Galego de Tecnificación con Fernando Rey y José Antonio Chapela y se marchó a Barcelona con solo 14 años.

Lourdes Domínguez venció en un cuadro júnior potente, con tres futuras finalistas de grand slam como Kim Clijsters, Flavia Pennetta yRoberta Vinci. Clijsters derrotó a Lourdes Domínguez y la canaria Marta Marrero en semifinales de la prueba de dobles, que la pontevedresa compatibilizó con la individual. «Tiene tanta garra o más que la mismísima Arantxa», escribió desde París el enviado especial de La Voz, José María Guimaraens.

Para la historia, en categoría júnior, el nombre de Lourdes Domínguez quedaba inscrito en el palmarés de Roland Garros 1999 junto a los de Steffi Graf y Andre Agassi en individuales, las hermanas Venus y Serena Williams en dobles, Guillermo Coria en júnior masculino, Flavia Pennetta y Roberta Vinci en dobles júnior femenino y hasta John McEnroe y Henri Leconte en veteranos.

Sus padres y seis hermanos la animaron, pero su madre no vio la final por nervios

Como en otros torneos, Lourdes Domínguez escribía a diario desde París a sus padres para explicarles todo lo que le pasaba. Correos interminables. «Les contaba absolutamente todo para sentirles más cerca». Hasta que su familia voló a Francia para animarla en las últimas rondas. En la semifinal ya le arroparon sus padres, Enrique y Carmen, y cuatro de sus nueve hermanos. Un aliento de cariño, pero también un elemento que podía trastocar sus hábitos, quebrar la calma del resto del campeonato. «Yo no quería que viniesen muchos porque había estado muy tranquila toda la semana y me había ido bien. Prefería no romper las rutinas. Para el día de la final me dijeron que no llegaría nadie más, para que yo no me pusiese más nerviosa. Pero, de repente, cuando empecé a calentar en la pista, miré a la grada, los vi a todos y me emocioné», recuerda.

Hora y media después se fundía con todo el grupo ya convertida en campeona. «Al acabar me tiré a la grada a abrazarlos a todos. Yo estaba feliz, pero ellos casi más que yo. Fue increíble que estuvieran allí», evoca Lourdes.

Aunque su madre en realidad no presenció la final. «No me ha visto un partido entero nunca. Allí se fue a pasear por las instalaciones de Roland Garros. Le dieron un móvil mis hermanos para que viniese a la pista cuando estuviese a punto de terminar el partido. Aunque ella no estaba acostumbrada a tener móvil. Así que le llamaban y llamaban cuando el partido estaba terminando, pero no lo cogía. Ella dice que escuchaba un teléfono, pero de los nervios no se daba cuenta de que era el suyo. Hasta que al final respondió y vino corriendo para verme ganar», recuerda la menor de los diez hermanos Domínguez Lino, ahora ya más que acostumbrada a que su madre no la vea competir. «Se pone muy nerviosa. Así que prefiere no verme, ni en la tele ni en directo. Como mucho va pegando ojeadas de vez en cuando, pero no se sienta a verme el partido entero porque sufre demasiado». Dos días después, tras pasar por Barcelona, un pasillo de raquetas de amigos y familiares la recibió en Peinador.