Florentino abandona a Benítez

antón bruquetas REDACCIÓN / LA VOZ

DEPORTES

JuanJo Martín | Efe

Filtra que el entrenador ya no es intocable, en un intento de focalizar en él el malestar de la afición

16 dic 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

«Este es un sueño hecho realidad». A principios de junio a Rafa Benítez le costaba contener las lágrimas mientras pronunciaba sus primera palabras como entrenador del Real Madrid. A su lado, Florentino Pérez, quien durante su alocución no ahorró elogios para «un hombre de la casa». Ese chico que había dejado la ciudad deportiva de la Castellana para foguearse como técnico en otros equipos de la Liga española y que finalmente alcanzó el éxito en el extranjero -ganó una Copa de Europa con el Liverpool-. El currículo de Benítez encerraba una historia bonita de contar, pero que se pintaba de gris cuando se profundizaba en la forma en la que el entrenador hacía bailar a sus jugadores sobre el césped. A veces en el fútbol, la forma importa más que en el fondo. Y en el Madrid importa tanto los uno como lo otro -pese a lo que Florentino trató de hacer ver durante la etapa de José Mourinho en el banquillo del Bernabéu-. La afición siempre receló de Benítez y ahora es el presidente no solo el que recela, sino el que está convencido de que no es lo que esperaba. Y lo ha sentenciado.

Y se ha esforzado en comunicarlo. Ayer toda la prensa de Madrid insistía en la misma tesis. Ya no le gusta. Pero quizás no le guste no porque a Florentino le parezca que ahora el Madrid juegue peor que la temporada pasada -lo cual es objetivamente cierto-, ni siquiera porque lleve mucho peores números, sino porque Florentino necesita una diana hacia la que focalizar el desencanto de la grada. El presidente sabe que ya se revolvió una vez contra el palco. Algo que no le había sucedido durante esta segunda etapa al frente de la casa blanca. Y por el camino, a la debacle frente al Barça, se le ha sumado el ridículo de Cádiz y el naufragio de Villarreal. Florentino es consciente de que ahora le señalan a él y, si quiere mantener su estatus en Concha Espina, debe evitarlo.

Por eso, y pese a que lo ha defendido siempre que ha podio en sus comparecencias públicas -que en las últimas semanas ha sido más de lo que acostumbra-, el «ser superior», como lo definió Butragueño, está convencido de que tiene que usar a Benítez como escudo frente al runrún de unos seguidores que han visto cómo se despedía al entrenador que había conquistado la décima en una final memorable en Lisboa y había devuelto la paz al vestuario y al estadio. Cuidar a Ancelotti, quien siempre había exhibido el tacto suficiente con los gustos de la persona que había decidido su contratación, se antojaba para el común de los mortales como una prioridad.

Sin embargo, a Florentino Pérez y al director general del club, José Ángel Sánchez, les molestó la cercanía que el italiano llegó a tejer con sus futbolistas. Entendían que los había empezado a malcriar y que después de haber ganado el Mundial de Clubes ellos se dejaron llevar. Pérez y Sánchez concluyeron que lo que precisaba esta plantilla para volver a ser el equipo del nivel que se presumía al tener a algunos de los jugadores mejor pagados del mundo era mano dura. Benítez fue el elegido.

Ahora se ha dado cuenta de que la apuesta era equivocada, pero debe hacer ver que el culpable no es quien lo fichó sino el propio entrenador. En ese juego de prestidigitador que tan bien maneja, Florentino tratará de demostrar que él lo intentó todo, que puso los mejores recursos a un técnico de prestigio. Pero en esta ocasión, el cuento no parece que vaya a colar. Se juntan demasiadas cosas. Lo de Ancelotti, Iker Casillas, el fichaje de Bale, el desastre del Clásico, el ridículo de Copa ante el Cádiz,... Suma y sigue.