Las Eva Carneiro de Bergantiños

José Manuel Ferreiro Negreira
JOSÉ M. FERREIRO CARBALLO / LA VOZ

DEPORTES

JOSE MANUEL FERREIRO

Rocío Gómez es la fisioterapeuta del Cerceda y Silvia Míguez la del Laracha

24 nov 2015 . Actualizado a las 11:35 h.

Rocío Gómez García y Silvia Míguez Canedo tienen dos trayectorias similares y a la vez diferentes como fisioterapeutas de fútbol. Ambas admiran a Eva Carneiro, la exmédico del Chelsea, que tuvo sus más y sus menos con José Mourinho. Después de dejar el club londinense suena que podría recalar en la selección de Gibraltar. Pero Rocío y Silvia tienen unas trayectorias que parten de un mismo patrón, para, después de varios años, llegar a un mismo fin.

En el curso 2007 finalizaron ambas la carrera de fisioterapia. Rocío la cursó en A Coruña, y Silvia, en Vigo. La primera tuvo su primer contacto directo con el fútbol hace ahora seis temporadas y fue y sigue siendo con el Cerceda en Tercera División. Silvia hace dos semanas que debutó en el banquillo del Laracha en Preferente Norte. Y su estreno fue muy intenso, puesto que tuvo que intervenir más de lo que ella pensaba.

A las dos les gusta el fútbol, un poco por tradición familiar, puesto que desde pequeñas ya sintieron en sus respectivas casas las inclinaciones de sus familiares.

Rocío Gómez tiene una clínica en Cerceda (Goga) y al dejar la vacante el anterior masajista del club cercedense, no se lo pensó y desde ese momento compaginó su profesión por la semana, con acudir al fútbol los sábados y domingos, pero desde el banquillo. Y la experiencia a pie de campo no tardó en llegar. En la primera campaña, la 2010-2011, al futbolista César Otero le abrieron una ceja y esa actuación, para la fisio fue «bastante impactante, ver tanta sangre. Y a la campaña siguiente al meta Cristopher el rompieron la nariz en un partido ante el Fabril. «Son dos de las peores situaciones que viví en estas seis temporadas», dice.

JOSE MANUEL FERREIRO

Curiosamente Silvia Míguez tuvo un estreno que no esperaba con motivo del Laracha-Bertamiráns hace dos semanas. Hasta ese momento estaba trabajando en la Clínica Carballo, en la capital de Bergantiños. Para más intensidad tuvo que saltar al campo a auxiliar a Adrián Lema. Iban tan solo 21 minutos del encuentro. «Me sentí muy nerviosa, porque nunca había trabajado a pie de campo. Pero creo que todo salió bien y tuvimos un buen resultado», comentó. El equipo ganó y ella tuvo que atender, además del abductor de Lema, un golpe que recibió el delantero Miguel Taibo en el tabique nasal y también a Iván González, después de ser sustituido cuando llegó al banquillo. Las dos son muy respetadas por su profesionalidad.

Rocío: «El fútbol sigue siendo un deporte muy machista»

Rocío Gómez García (Cerceda, 1984) es seguidora confesa del Deportivo de A Coruña desde siempre. El fútbol le gusta.

A pesar de afrontar su séptima temporada sigue llevando muy mal al saltar al campo en un partido: «Es algo que por más que lo intento no lo acabo de digerir», reconoce la fisioterapeuta.

Sobre las manías dice no tener ninguna. Reconoce, con su experiencia, que «el fútbol sigue siendo un deporte muy machista» y recuerda una anécdota cuando era muy conocida al serie de Tele 5 Sin tetas no hay paraíso. Ocurrió en el campo del Ourense, cuando estaba en Tercera, y al saltar al terreno de juego el público comenzó a cantar: «Sin tetas no hay paraíso, no hay paraíso».

Silvia: «Mi peor manía es ser excesivamente ordenada»

Silvia Míguez Canedo (A Laracha, 1984) también tiene especial inclinación por el Dépor, aunque su hermano juega en la Peña San  Román desde hace quince años y allí ella iba a ver los partidos.

La timidez que tiene Silvia la superó de un plumazo cuando acudió al campo municipal de A Laracha y se enfundó la vestimenta que le aportó el Laracha. Otra cosa fue saltar al terreno de juego. El subidón fue importante, pero demostró tener tablas para, cuando menos, disimular su lógico nerviosismo. La sonrisa estuvo siempre en su cara y eso da tranquilidad al futbolista que recibió los cuidados en los momentos precisos. Dice que tiene miles de manías, tal vez la peor ser excesivamente ordenada.